No sólo de vehículos vive el hombre. Esta podría ser la frase trasladada a la realidad nacional que muestra cómo el crecimiento del parque automotor de las principales ciudades del país se ha ido devorando progresivamente los espacios de circulación, hasta nublar casi cualquier alternativa distinta de movilización.
Pensar en el traslado de un punto equidistante a otro significa imaginar, casi en automático, un vehículo particular. Para los venezolanos evaluar opciones distintas como bicicleta, trasporte público, patines e inclusive hasta el recorrido a pie, no es muy frecuente.
Variables como la inseguridad, condiciones climáticas y ausencia de vías urbanas que permitan un desplazamiento distinto al que ofrece un carro o camionetas, contribuyen a que los ciudadanos pocas veces opten por las formas sustentables de movilización.
Una ciclovía o bicicarril, dependiendo del país latinoamericano que lo defina, es el nombre dado a la infraestructura pública, debidamente señalizada, por donde circulas los vehículos de tracción a sangre, bien sean bicicletas, triciclos, patines, patinetas o monopatines. Es una vía independiente a la calzada por donde van los carros particulares y del transporte público.
Una ciclovía, según la ley de Transporte y Tránsito. Es también la acera peatonal, la cual deberá ser compartida entre quienes caminan y se desplazan en bicicletas de paseo o de alto rendimiento físico. También puede ser las calles convencionales pero que, por decisión de autoridades municipales, sean cerradas al tránsito vehicular a fin de dejar espacios a los ciclistas.
En Argentina se llama bicisneda, en España bicicarril o vía verde, en Colombia cicloruta, mientras que en Venezuela es simplemente ciclovía.
Desplazamiento sustentable
Arquitectos y urbanistas locales han insistido hasta el cansancio en la necesidad que tienen nuestras ciudades en materia de equipamiento para el peatón.
Cuando en distintos países latinoamericanos es posible observar avisos educativos en las aceras solicitando respeto al peatón y dándole la debida prioridad sobre el resto de los ciudadanos que hacen vida en el espacio en común, en otros -como Venezuela- la intención de lograr este objetivo es tímido por no decir insignificante.
Y pensar que andar en bicicleta es tan agradable, saludable y especialmente sustentable.
Optar por la tracción a sangre significa que las ciudades se contaminen menos al no haber polución de gases tóxicos. Se descongestionan las calles y avenidas, se pueblan los espacios de ciudadanos haciéndolos más seguros y la escena urbana cambia al generar una apariencia sana.
Educación ciudadana
La salida progresiva de los ciclistas a las vías de la ciudad destinadas para ello, no con fines exclusivamente deportivos sino de traslado entre sitios de empleo, estudio y distracción, debe ser asunto cuidadosamente atendido tanto por autoridades como por civiles.
Si el número de ciclistas aumenta, también pudiera aumentar el número de accidentes viales con la participación de conductores de vehículos particulares y de tracción a sangre. Por ello, se hace indispensable avanzar en una campaña educativa de ciudadanos que combine la concienciación por el nuevo elemento que hará presencia en intercepciones y el uso de las normas propias de las ciclovías.
En la medida que existan normas claras de funcionamiento y una atención debida a estas necesidades propias de las ciudades en desarrollo, mayores serán las alternativas de movilización que tendrán los ciudadanos.
Valdría la pena pensar que progresivamente la ciudad será más amable con el ciclista al punto de ofrecer bicicletas en alquiler o en préstamo, de esas que se toman en una estación y se dejan en otra.
Cierres estratégicos
Mientras se consolidan políticas públicas que se logran hacia el logro de una infraestructura vial adecuada para vehículos no convencionales las autoridades municipales bien podrían pensar en crear bicivías temporales.
Es decir, vías que durante los fines de semanas o luego de determinada hora entre semana sean poco transitadas pudieran cerrarse al paso de carros y autobuses, de manera de hacer libre el lugar para personas (familias con niños especialmente) que deseen sacar su bicicleta a pasear.
Resulta ser una suerte de incentivo para el hábito de andar con la fuerza que dan las piernas y promover el uso del espacio público como un buen ejercicio ciudadano.
El arquitecto César Rodríguez y algunos de sus colegas profesores del núcleo regional de la Facultad de Arquitectura de la UCV en su momento plantearon la consolidación de un espacio público al borde de la quebrada El Bocoy cuya avenida recién rehabilitada y denominada Amábilis Cordero bien pudiera convertirse en una pequeña ciclovía en fines de semana. La experiencia de trasladarse hacia otras zonas de la ciudad sería altamente favorable.
En Chacao desde el 2004
Venezuela implementó sus primeros 14 Kilómetros de ciclovías en el municipio caraqueño Chacao a mediados del año 2004 con el objetivo de mejorar las condiciones sociales, ambientales y económicas de los habitantes del municipio y sus transeúntes, y desarrollar un sistema de transporte más eficiente, económico, no contaminante, saludable para el usuario, siguiendo las exitosas experiencias de otras ciudades de Europa y América.
Sin embargo indican reportes de noticias años después, debido a que no se construyeron carriles especiales para bicicletas en un inicio, y a la posteridad falta de mantenimiento de la pintura azul que demarca la ciclovías sobre las calles las vías para bicicletas desaparecieron totalmente.
Algunos domingos en la mañana cierran parte de algunas avenidas a los automóviles para reservar su uso a los ciclistas, caminantes y otros: Cota Mil en ambos sentidos y parte de la avenida Río de Janeiro en la Urb Las Mercedes.
La ciclovía busca garantizar al ciclista un sistema de viaje más seguro y rápido, separado del resto de la calzada, las cuales son construidas estratégicamente en calles secundarias procurando evitar aquellas de alto tránsito y con carga de vehículos pesados (camiones).
En Barquisimeto una de estas ciclovías está ubicada a lo largo de los cuatro kilómetros y medio de la avenida los Horcones, al oeste de la ciudad. Su apariencia descuidada y por la deficiente señalización pareciera haber desaparecido. El canal va junto a los carriles de vehículos y en muy pocas ocasiones se le ve uso adecuado.
En ocasiones hay ciclistas y caminantes quienes considerando su poca atención a las normas de uso y disfrute de las ciclovías cometen errores por ir fuera del canal. Para la consecución de resultados positivos, todos los organismos relacionados con el manejo de tránsito, autoridades municipales y usuarios deben hacer su aporte constructivo.
Fotos: Billy Castro