A fines de noviembre último, ya casi en la recta final de las primarias, la intención de voto de los para entonces tres principales precandidatos presidenciales, estaba repartida así:
33 por ciento era favorable a Henrique Capriles Radonski. 26 por ciento a Pablo Pérez. 21 por ciento a Leopoldo López. En esto las diferentes encuestadoras planteaban algunas variaciones en cuanto a proporción, pero la ubicación de los aspirantes se mantenía, tercamente, en ese orden.
Capriles seguía posicionado en el imbatible primer lugar, pese a las protuberantes jugadas que desde las sombras hacían los partidos tradicionales, enterados de que un triunfo del actual gobernador de Miranda significaría una derrota de la Quinta República, pero también la sepultura definitiva de la Cuarta. Es decir, Capriles daría la estocada final a la «vieja forma de hacer política». Acabaría el trabajo de Hugo Chávez, iniciado desde los tiempos en que prometió freírles la cabeza a adecos y copeyanos.
«Cualquiera menos Capriles», era la enseña que surgía, fundamentalmente por los lados de Acción Democrática. Y, en forma recíproca, desde las huestes caprileras, y del propio partido Primero Justicia, las expresiones no eran menos rudas. Se hablaba de los «cavernícolas» empeñados en cerrarle el paso, a como diera lugar, a una emergente y exitosa generación política.
En esa tensa partida de ajedrez, aún en curso, surge la figura de Pablo Pérez, quien se ve obligado a resistir dos obstáculos, uno interno, en su partido UNT, y otro íntimo, personal. El primero, la abierta pretensión de su mentor, Manuel Rosales, de volver a ser candidato, salir de su ostracismo, dorado, pero ostracismo de todos modos. Y el otro, su propia vacilación. Al emprender la aventura precandidatural sacrificaba, o ponía en riesgo, su seguro y cómodo nicho del Zulia, y todo cuanto eso significa. Buena parte de los zulianos expresan su proverbial regionalismo al quererlo confinado en Maracaibo, y recuerdan que ninguno de los suyos ha salido exitoso en esa carrera hacia Miraflores. Además, Pablo Pérez percibía el peligro de que por entre las grietas que pudieran surgir en el liderazgo local, era factible se colara, por los caminos verdes, como en efecto ha ocurrido, la silueta del comandante Francisco Arias Cárdenas. El hecho de que un personaje de tan ingrata recordación haya ganado terreno nada menos que en ese emblemático y caro bastión opositor que es el estado Zulia, no deja de ser un elemento poderosamente turbador, mírese por donde se le mire. Por todo ello la salida al ruedo de ese inmenso muchachote que es Pablo Pérez, lució siempre como forzada, errática, y el público ha reparado en ello. Es como si no tuviese más remedio que seguir adelante. Muy lejos, por ejemplo, de aquel gozoso: «No me empujen, que yo voy», del eterno candidato Rafael Caldera.
Y, en tanto, en las interioridades de su tienda, Voluntad Popular, Leopoldo López también cargaba con su incómoda cruz. Las mediciones de opinión revelaban que, en noviembre pasado, un amplísimo 20 por ciento de los electores decididos a votar en las primarias del 12 de febrero, veían con simpatía la fórmula de López; no obstante confesaban que no sufragarían por él porque «el TSJ no lo dejaría asumir la Presidencia». Valoraban su persistencia al vencer los obstáculos. Lo veían como el «más temido» por el Gobierno. Como quien transmitía más emoción. Pero no perderían su voto, al escoger a alguien con semejante impedimento legal.
En fin de cuentas, el oficialismo había logrado su perverso objetivo. Sembró la duda en el colectivo, planteó una «inhabilitación sicológica», y ahora no tendrá necesidad de sostener una inhabilitación desde el punto de vista jurídico. Fueron los propios votantes quienes lo desecharon. Ya no hay, por tanto, desacato alguno al fallo de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Dígame usted si no estamos en presencia de la magna perfección del cinismo. Es la mentira elevada a una condición de gloria. El sarcasmo más refinado, vuelto delicia oficial. El amo del poder nos supone imbéciles, y explota todas y cada una de nuestras debilidades, las ciertas, las falsas, mientras nosotros, desde aquí, petrificados, convencidos de que no hay nada qué hacer contra sus bribonadas y astucias, respondemos elevándolo al pedestal destinado al héroe infalible. Nos sentimos condenados a soportar lo inevitable. Sin más salidas que aquellas que él permita, o afloje, cuando llegue desde el cielo alguna señal, sólo ese día. Su descaro nos incapacita. Aceptamos su agenda, su humillación. Hemos doblado la cerviz, y cedido, otra vez, al chantaje, «porque somos demócratas».
Ahora, lo realmente deplorable no es que el aspirante a la perpetuidad insista en su plan reeleccionista, una ambición personal (y de un entorno aferrado a su blindaje de impunidad), mediante la cual, por cierto, él pareciera decidido a inmolarse, en clara demostración de que su revolución no lo sobreviviría. Lo trágico de todo esto es que la oposición dé señales, peligrosas, de no valorar cuanto se juega la Venezuela democrática en estas dos tandas cruciales: las primarias del 12 de febrero y las presidenciales del 7 de octubre.
Más que su cálculo particular, los partidos políticos, los tradicionales y los que han surgido más recientemente, están obligados, por igual, a cuidar esta oportunidad de oro. La historia no les perdonará ninguna doblez, ninguna mezquindad, ninguna ruindad. Sería criminal. Por encima de sus intereses propios, o grupales, por muy legítimos que sean, está la suerte definitiva del país.
De nada vale salvaguardar espacios, o feudos, si los venezolanos hemos de encarar la mortal frustración de un nuevo revés electoral, un severo golpe en la nuca que puede, y debe, ser evitado.
Nadie, ni los de antes, ni los de ahora, tienen derecho a estropear, así les asista su verdad, la probabilidad cierta de salir airosos de una prueba que, de por sí, estará minada de muchos tropiezos. Frente al ignominioso ventajismo oficial, se impone que todas las flaquezas opositoras se unan, hasta conformar una fuerza apreciable. Sólida. Inquebrantable.
Eso pasa, en primer término, por la unidad, palabra hueca mientras no sea acompañada por muestras inequívocas de desprendimiento, grandeza, y sinceridad. Una buena oportunidad se dio, pongamos por caso, cuando María Corina Machado se enfrentó al opresor, sola, en la Asamblea Nacional, y le recordó que llevaba nueve horas de desmemoria sin ocuparse de la patética realidad venezolana. Otro desliz acaba de ser perpetrado por Diego Arria cuando, en su obsesión por aparecer como alguien distinto a los demás, no firma, con raptos de arrogancia, el Compromiso para el Gobierno de Unidad Nacional 2013-2019, apelando a la excusa de que allí se sugiere «un simple cambio de Gobierno», al no contener, ese trabajo meticulosamente elaborado por 400 expertos, su discutible propuesta, sin consenso, de convocar a una Asamblea Constituyente. Y Pablo Medina, quien antes amagó con poner en manos del TSJ el desarrollo de las primarias, no cedió a la tentación de firmar «con reservas».
¿Había necesidad de provocar ese ruido? ¿Algo probadamente natural, y lícito por lo demás, como la alianza entre Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López, merecía reacciones tan infelices por parte de quienes están cansados de practicarlas, antaño como hogaño?
¿Por qué dudar, ahora, que el abanderado de las primarias estará en capacidad de convocar a todo el universo opositor, y ser atendido con entusiasmo, visto que, como se ha pregonado hasta la saciedad, «todos hacemos falta», «nadie sobra», y urge poner fin a la exclusión, exhibida como práctica distintiva del Gobierno?
El ganador en las primarias tiene el ineludible encargo de asumir su compromiso con humildad franciscana. Y los no favorecidos, dar un paso al frente, de una vez, con gallardía. Una nación sumida en agónica esperanza quiere verlos, y admirarlos, dedicados a trabajar con ahínco, sin excusas ni reservas. Sólo eso contagiará convicción, e intrepidez, en las mayorías, y sellará la promesa de cambio. La determinación colectiva de romper las cadenas del miedo.
Todo juego al margen de la unidad estará absolutamente prohibido, porque la posibilidad de triunfar el siete de octubre dependerá siempre de cuan moralmente pertrechados, y firmes, se salga de la prueba a ser presentada dentro de apenas dos domingos.
Repiques
Esta foto fue tomada con fines publicitarios a una familia pobre de Columbus, Ohio, en los Estados Unidos. Padre y madre, con sus sextillizos. La idea era recaudar fondos para sostenerlos. Son negros (o afrodescendientes, por si acaso), pero dieron en el blanco.
El Gobierno eliminó de sus consignas la palabra muerte. Pero, al parecer, los efectos de esa rectificación tardan en manifestarse.
Mi anterior Campana, titulada «Águila de espaldas», me prodigó muchas palabras de estímulo por parte del público, que agradezco, pero también algunos mensajes no tan amables, que deseo compartir con ustedes:
Franklin Rivero ( [email protected]), además de una andanada de epítetos absolutamente impublicables, en cualquier horario, concluye: «Por cada chino que respire caiga sobre ti y tu maldita familia mis maldiciones. Cúmplase».
Por su lado, en el Twitter, @urdaneta02 se refirió así al trabajo de este reportero: «Un mediocre editorial digno de un esperpento personaje, un lenguaje soez y lleno de adjetivos deshonrosos, eres de mente pobre».
Hace tiempo leí sobre el método shakesperiano para maldecir con clase. Decía, por ejemplo, que en vez de proferir: «Eres un ser insoportable, sucio y asqueroso», es más recomendable afirmar: «El oleaje de tu ser rompe contra mis penas, y sólo trae agua turbia y turbulenta».
El escritor británico también dijo: «Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo».
Otra cosa, caballeros, los malos deseos se revierten.
La MUD del municipio Crespo (Duaca) hizo un pronunciamiento para ratificar su «apoyo firme, solidario e irrestricto» a las candidaturas por consenso de Henri Falcón (gobernación) y José Moreno (alcaldía). Y señalan: «Rechazamos cualquier campaña malintencionada que pretenda hacernos aparecer ante la opinión pública como un ente dividido y resquebrajado, cuando en realidad el movimiento opositor crespense está más unido y sólido que nunca».
Desde aquí también rechazamos cualquier nueva conspiración, soterrada o abierta, contra José Moreno, un hombre digno que, por mil títulos, debe ser el próximo alcalde de Crespo.
Leído en Twitter:
@QUEEJON: Obama termina su Memoria y Cuenta en 65 minutos
@wernercorrales: «En el fondo hay dirigentes ‘democráticos’ que son tan sectarios y groseros como HChF… La guerra sucia de los últimos días los ha desnudado»
@noticias24. Voto Joven: 1,8 millones de jóvenes faltan por inscribirse en el CNE
@Informe21: Apple en problemas: Los ‘tablets’ Android recortan distancia al iPad
Los atareados diputados del Consejo Legislativo del estado Lara se autoaumentaron sus dietas (sueldos) de 9.600 bolívares fuertes a 12.300 bolívares fuertes. Y en 2011 apenas aprobaron una ley. ¿Cuánto costó?
En el año 1981, Jorge Luis Borges ofreció una conferencia de prensa en el hotel de la Via Veneto, en Roma. La última pregunta fue: «¿A qué atribuye usted que todavía no le hayan otorgado el Premio Nobel de Literatura?»
«A la sabiduría sueca», respondió.
Públicamente deseo agradecer el inmenso honor que me brindara Leopoldo López al escogerme como el jefe de su comando de campaña en Lara. El compromiso sigue intacto.