Jesucristo nos ha relatado varias parábolas que nos muestran cómo es la Misericordia de Dios (Lc. 15, 1-32). De éstas, la más expresiva es la del hijo pródigo… también la de la oveja perdida. En esas narraciones el Señor nos muestra cómo es su Amor para con los que se alejan de El y desean volver. A los ojos humanos esas actitudes divinas pueden resultarnos ilógicas: ¡Cómo dejar las 99 ovejas por una sola! ¡Cómo recibir con una fiesta al hijo perdido que malbarató toda la herencia, en lugar de reprenderlo! Así es el Amor de Dios: no tiene límites, perdona siempre, si estamos arrepentidos, si reconocemos nuestra culpa. No importa el agravio.
A veces el Señor nos busca por montes y valles, hasta que nos encuentra y nos regresa, como buscó a la oveja perdida, llevándonos a reconocer nuestras faltas. A veces nos deja la cuerda bien larga como al hijo pródigo. Con ése, esperó que las circunstancias de la vida que había escogido lo hicieran ver sus errores. A veces el Señor usa formas diferentes.
Tal es el caso de un venezolano: el indio Coromoto. El 11 de septiembre se celebra la Fiesta de la Patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto. Y vale la pena analizar esta aparición venezolana, pues ella contiene algunos detalles, que son importantes enseñanzas para todos. El primer detalle es que es ésta la única aparición mariana en que la Santísima Virgen actúa como evangelizadora: envía a los indios a ser bautizados y a recibir instrucción religiosa.
Otra característica suigeneris en esta aparición es la actitud del indio Coromoto: es el único caso que el vidente de una aparición de la Virgen se ha rebelado contra la “Señora”.
Sucedió que Coromoto no quería adaptarse a lo que la Señora le pedía: ir al sitio de los blancos para recibir el Bautismo y así poder ir al Cielo. Coromoto no aguantaba estar sometido a un régimen sedentario y a una autoridad. Por eso decidió escaparse con sus indios; pero apenas había entrado en la selva, lo mordió una serpiente venenosa. Sólo estando moribundo, comenzó a arrepentirse, pidiendo a gritos el Bautismo. Dios sabe cómo disponer sus planes. Dentro de ese Amor y esa Misericordia, que son infinitos, y que pueden resultar incomprensibles a los ojos humanos, permitió que el rebelde Coromoto, una verdadera oveja perdida, recibiera el Bautismo de manos de un criollo que pasaba por el lugar. Y Coromoto muere acabado de bautizar, perdonado por el Señor y -además- muere evangelizador como la “Señora”, pues ordenó a sus indios que se mantuvieran con los blancos, para recibir la instrucción religiosa y ser bautizados para ser cristianos.
La historia de Coromoto, junto con las parábolas del Evangelio, nos recuerdan nuestra propia historia de rebeldía o de rebeldías contra Dios, cuando hemos querido disponer nosotros cómo ha de ser nuestra vida. Y esa actitud de independencia ante Dios nos puede llevar al pecado y a irnos alejando de Dios, quizá sin darnos mucha cuenta.
Y Dios nos llama y nos busca, de muchas maneras, para que nos arrepintamos, para El podernos perdonar. Dios siempre nos quiere perdonar. No nos busca para reprendernos, ni para castigarnos: nos busca para perdonarnos. Nos busca en el Sacramento de la Confesión para darnos su perdón de boca y de manos del Sacerdote.
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