La carrera 21 era una zona reconocida por concentrar la mayor cantidad de tiendas con productos de la línea blanca y marrón. Años atrás, el sitio se encontraba repleto de compradores que preguntaban de tienda en tienda en búsqueda de los mejores precios y los dueños de negocios competían por tener la oferta más tentadora o atractivos planes de pago a plazo para los compradores.
A su vez, los conductores de fletes aprovechaban de cerrar buenos negocios con quienes se trasladaban a los poblados más recónditos de la ciudad.
Sin embargo, aquel panorama cambió por completo. Periodistas de El IMPULSO se acercaron para conocer el balance de venta de electrodomesticos en lo que va de año. Lo que primordialmente llamó la atención en el recorrido, es que la carrera 21 desde la calle 36 hacia el centro, se vuelve un desierto.
Pocos automóviles y transeúntes circulan en la zona. En cada cuadra se observan más de dos o tres locales con las santamarías abajo, y en la mayoría de las tiendas abiertas tan solo se encuentran sus trabajadores a la espera de que alguien ingrese a comprar o preguntar algo.
Yaved Chaer es dueño de un local de electrodomésticos desde hace más de 10 años. Actualmente tiene a la venta televisores, aires acondicionados, escaparates, microondas y neveras, pero asegura que son productos que se convirtieron hoy en día en un lujo, por sus altos precios.
En diciembre de 2016 un aire acondicionado costaba 150.000 bolívares, este año su precio se ubica en los 320.000 bolívares, y de esa manera, cada uno de los artefactos que tiene a la venta duplica su precio cada tres meses.
Chaer notó que para mantener su negocio “a flote” era importante reinventarse con productos más económicos o más buscados por la sociedad. De esa manera, hace seis meses decidió vender molinos de maíz.
“No es muy económico porque el más barato cuesta 80.000 bolívares pero las personas prefieren hacer un esfuerzo e invertir en un producto que les proporcionará una facilidad en la cocina ante la escasez de harina de maíz, que en un escaparate para guardar ropa que no es urgente o una cocina de mejor calidad en 500.000 bolívares”, expresó.
En tanto, Raquel Ibarra, quien es empleada desde hace más de cinco año de un tienda dedicada a la venta de aires acondicionados, dijo temer por el futuro del local. Ibarra relató que hace cuatro años el local estaba en su mejor etapa. Ellos tenían contacto directo con una empresa que ensamblaba aires acondicionados y habían logrado distribuirlos en todas partes del país, pero la venta de aires acondicionados cayó a consecuencia de sus altos precios y las empresas dejaron de comprar el producto.
El negocio donde trabaja Ibarra, para lograr mantenerse, hizo una inversión en ventiladores. Mientras un aire acondicionado cuesta 380.000 bolívares el ventilador cuesta 38.000. Sin embargo, al día si acaso venden tres unidades de la mercancía y una que otra de otro producto.
“La semana pasada cerrábamos caja con montos de 130.000 bolívares y hay días en lo que no se vende absolutamente nada. Somos varios de los que dependemos de este empleo y tememos por lo que pueda pasar, y ya ni sabemos en qué debemos invertir”.
Colchones y colchonetas
La familia Aban tiene un negocio familiar en la carrera 21, desde hace años. Su fuerte son los colchones y colchonetas, y todos los miembros de la familia dependen de los ingresos que genera el local.
Arnoldo Aban ve con preocupación que en lo que va de semana tan solo ha logrado vender un colchón al día porque ya la gente ni siquiera tiene dinero para adquirir el producto que cuesta un aproximado de 120.000 bolívares. “Las parejas que están equipando su hogar no pueden compran colchones, prefieren dormir en colchonetas y un día de estos serán cartones, al paso que vamos”.
Los trabajadores de la tienda no cobran un salario. Ellos obtienen ganancia por cada venta que realizan y se las ven difíciles cuando el día termina y no han podido vender ni siquiera una almohada. Muchos de ellos han tenido que renunciar y “rebuscarse” en otro tipo de negocios.
“No sabemos qué hacer. Será cambiarnos a una venta de comida que es lo que suponemos da dinero en estos momentos, porque simplemente estamos quebrando y ya no es un negocio rentable lo que tenemos”, recalcó Aban.
Y en efecto, la hermana de Arnoldo, Nadia Aban, relata que más de 20 locales han cerrados sus puertas. Algunos han quebrado, otros decidieron vender bajo cuerda para evadir impuestos, otro grupo está analizando cuál es el negocio más rentable y otro porcentaje decidió regresar al pueblo árabe.
“Muchos quisieron dedicarse a la venta informal, pero la delincuencia nos está matando. Ya varios de los nuestros perdieron su vida por una camioneta o una mercancía. Y acá en el local, en menos de tres meses, nos han robado tres veces nuestros celulares y autos. Esto es un desierto, en las tardes tenemos que cerrar más temprano porque lo único que pasan son vagabundos pidiendo dinero, ladrones o bachaqueros”.