Visita al Santuario de la Paz

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Vecina como está la celebración del centenario del venerable Santuario de la Paz, que cuanto abnegada labor, en pro del bien común, la Junta Protectora y Conservadora del Casco Histórico, realizó una visita de buenos oficios a la digna y apreciada Congregación, de Reverendas Hermanas Paulinas reconocimiento de la noble y encomiástica labor, llevada a cabo durante tanto tiempo y para ofrecerle su solidaridad y cooperación afines.

Entre todos los templos, blasón y orgullo de Barquisimeto, el Santuario de La Paz, tiene el privilegio histórico, de la distinción excepcional de la visita que le dispensara el heroico paladín José Félix Ribas, pocos instantes después del avasallador triunfo de Los Horcones. A la sazón, Templo de Nuestra Señora de la Paz (Catedral Provisional) por los destrozos que le ocasionó a la Iglesia Matriz de la ciudad, el sismo de 26 de marzo de 1812, para dar gracias a la Reina de los Cielos, por el excelso lauro militar obtenido, en la más trascendental epopeya realizada en tierra segoviana donde la tropa patriota, que intervenía en el combate, con bizarría y denuedo, derrotó a plenitud, la avanzada realista del coronel Francisco María de Oberto.

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Fue ese un suceso trágico y glorioso, porque en el Templo de la Paz, ese día 22 de julio de 1813, se dieron cita para evadir la deshonra y la muerte, mujeres, ancianos y niños, que iban a ser víctimas propiciatorias de la saña insaciable, del feroz bandido, el canario José Francisco Parra, más conocido como el Chuco Galeno y el concurso de su pandilla de malhechores.

En un elocuente discurso, al inaugurar la gruta de la Paz, en esta ciudad, el Pbro. Carlos Borges, llama al glorioso paladín JoséFélix Ribas “Soldado de la Inmaculada Concepción” y dice de él al respecto: “La Providencia trocó la consternación en desbordante jubilo patriótico y en profunda ufanía colectiva, cuando inesperadamente entró al templo, en compañía del párroco Carlos Felipe Abazolo elcComandante JoséFélix Ribas, quien al traspasar con aire marcial la puerta principal del Santuario, fue ante el altar mayor, donde oró con profunda reverencia y colocó en homenaje a la virgen la espada victoriosa, recién salida de la forja homérica y trémula aun, por fiebre del heroísmo” (Pbro. Carlos Borges, obras completas, pag.484)

El apuesto militar recibió a profusión las felicitaciones y demostraciones de gratitud de la atónita concurrencia, que no salía del asombro de lo que estaba presenciando. Dice la leyenda trasmitida de generación en generación, que las damas rodearon al bizarro paladín con gestos de contento y de natural y amistoso aprecio y se repartieron en pedazos, como deslumbrante guirnaldas, la cinta tricolor que traspasaba el pecho del glorioso soldado.

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