Un tiburón en un vaso con agua

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El arte contemporáneo se convierte en una gran interrogante, a veces encontramos “obras” que no sabemos responder si es arte o irreverencias hacía el público y la creación.

Desde hace ya un tiempo podemos encontrar “trabajos” que nos invitan a la reflexión y a preguntarnos si son manifestaciones que se pueden catalogar como creaciones artísticas. Desde al comienzo del siglo XX se han dado movimientos cuestionadores e irreverentes, basta con citar a Marcel Duchamp. El urinario llamado “La fuente” se convirtió en un icono y el mercado lo convirtió en arte.

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Recientemente vamos a encontrar por ejemplo: “Un vaso de agua medio lleno” del artista cubano Wilfredo Prieto, y la cual cuesta 20 mil euros. Ahora, la pregunta es cuando se evapore el agua ¿qué va a pasar? ¿Será el artista quién vendrá a colocarle el agua o será el propietario? Dónde termina la originalidad de la misma y dónde comienza a ser falsa o copia. Son las interrogantes que aporta éste “vaso”. ¿El propietario qué ha comprado? ¿Es el agua, el vaso o el concepto? Si tuviera que venderla: ¿Sería con la misma agua? Y sí el vaso se rompe, ¿puede colocar otro vaso?

Las manifestaciones de los últimos años nos llevan a analizar las “obras” de estos forjadores de situaciones, que están más enmarcadas dentro de las ofertas y compras en un mercado donde hay grandes coleccionistas dispuestos a invertir, y su ego alimenta a estos objetos y los ponen a circular entre los grandes circuitos de bienales y exposiciones en los grandes museos y galerías.

Cuando el artista inglés Damien Hirst vendió el tiburón con el título “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo” por 12 millones de dólares pensó que podría conservarse en buen estado; obra de grandes proporciones en tamaño, peso y valor económico. Esta escultura (porque es algo tridimensional) no se pensó que el formol iba con el tiempo a destruir el escualo. El propietario, hace ya unos años, deseaba que le cambiaran y le colocaran otro tiburón. Él manifestó que no había problema, que se lo cambiaran. Hasta donde pierde el valor la obra, sí ahora, es o será, otro tiburón, seguirá siendo la misma obra o será diferente. Si el propietario la quiere vender ¿La vendería más cara, o más barata?, ya que no es el mismo tiburón. No sabemos, las cuales, necesitan cambiar algunas partes.¡Qué puede suceder! ¿Será que las grandes galerías tienen repuestos y respuestas para estas nuevas obras?

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Hay artistas que tienen programadas sus obras y está en sus propuestas plásticas y se podría decir, qué han proyectado cualquier eventualidad para restaurar esas obras. Pero en el caso del vaso con agua y el tiburón creo que no es así. El mercado es el creador y sabe cómo se mueve el marketing. Organiza y programa su comercio.

Un tiburón y un vaso con agua, puede llegar a costar muchos dólares, en estos tiempos de Internet y de grandes circuitos de la información. Agua, vaso, formol y tiburón, se pueden convertir en lingotes de oro para los grandes circuitos del arte, y, eso es, ya, Arte de otro costal… o como muy bien lo dijo Hirst: Convertirse en una marca es lo más importante para un artista… ¿Será qué el arte ha cambiado tanto y nos sorprendemos con tanta entelequia y conceptos vacíos de contenidos? El tiempo lo dirá.

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