“Yo agarré a la niña de dos años por un abrazo y salí corriendo, cuando vi que todo se estaba incendiando”, comentó la esposa de Honorio Marchán, el vigilante de la construcción de lo que será el Hospital de Cabudare.
La pareja junto a sus tres hijos estaban preparando el almuerzo, cuando de repente se acabó una de las bombonas de 18 kilogramos.
Marchán se dispuso a cambiarla por una nueva pero aparentemente y según investigaciones preliminares, quedó una fuga de gas pero no se percataron, por lo cual se concentró en un rancho improvisado de zinc, donde cocinan los vigilantes.
Al prender la cocina nuevamente, se hizo una pequeña explosión y rápidamente el fuego se propagó.
El temor invadió a las víctimas y a los vecinos de la zona, pues el humo se extendió hasta unos 20 metros de alto, por lo que de inmediato llamaron a los bomberos de Palavecino, quienes en su camión casi inservible y que usan sólo en emergencia, salieron a sofocar el incendio.
Al llegar la comisión con cinco funcionarios a bordo de la unidad número 11, hicieron lo que pudieron pero debieron pedir colaboración a los bomberos de Iribarren para poder apagar las llamas que consumieron por completo lo que ahí se encontraba.
Afortunadamente, los Héroes del Silencio, evitaron que el fuego llegase hasta la cacilla de electricidad, la cual está ubicada a sólo unos metros.
El director del ambulatorio de Cabudare, se acercó al lugar y aunque no quiso rendir declaraciones, mandó a bajar las brequeras hasta que la empresa constructora verificara que todo estaba fuera de peligro.
