Suicidios en la MUD

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Ovidio, poeta latino nacido en el año 43 a.C, en su obra Las Metamorfosis, notable compendio de relatos mitológicos grecorromanos, refiere que Erisictón, Rey de Tesalia, para obtener madera con la cual construir una sala de banquetes, taló un sagrado bosque de encinas plantado en honor de la diosa Deméter, razón por la cual fue condenado a que nunca más saciase el apetito, cruel castigo que, incluso, le llevó a comerse a sí mismo.

Releer esta historia me permitió compararla con ciertos episodios que se están viviendo –o mejor dicho: sufriendo- en la Mesa de la Unidad. En efecto, vemos con asombro cómo se ha desatado una compulsión autodestructiva que no sólo pone en peligro su integridad, sino que también atenta gravemente contra la esperanza de la nación entera.

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Recordemos que la Mesa se fundó porque, en una suerte de milagro político, los partidos acordaron deponer sus naturales mezquindades y ambiciones de poder, juntando todas sus fuerzas para enfrentar a la farsa antidemocrática y dictatorial que gobierna a la nación desde 1999. Y solo fue así como la Unidad obtuvo los más significativos avances electorales de este lustro, a saber: el 26 de septiembre de 2010 con la Asamblea Nacional; el 12 de febrero de 2012 con las primarias; el 7 de octubre de 2012 y el 14 de abril de 2013 con las presidenciales; y el 16 de diciembre pasado con la conquista de un 25% de alcaldías.

Sin embargo –y como consecuencia de los diferentes criterios expuestos acerca del método de selección de los candidatos a diputados nacionales- algunos factores políticos muy importantes se molestaron de manera exacerbada e irreconciliable, asumiendo una postura que amenaza con serrucharle las patas a la Mesa, sin importarles que ello –como ocurrió con Erisictón- equivale a serrucharse a sí mismos.

No todo es perfecto en la Mesa. Y de hecho, hay posturas que cuesta mucho aceptar. Pero es imperdonable que un disentimiento –por grave que sea- nos lleve a quemar las naves y a declarar una guerra fratricida. Son muy variadas, y de mucho peso, las razones que nos obligan a tragar grueso y aceptar tales entuertos. Entre muchas, la necesidad urgente de evitar que el hamponato rojo rojito termine de arruinar el país; o que se entronice per sécula una tiranía militar; o que se consolide el malsano propósito de esclavizar la conciencia de nuestros hijos y nietos, y se impongan, sin remedio, la corrupción, la inseguridad, la persecución política, la injusticia y el miedo.

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El Libro Santo (Prov.16,32) enseña que “quien se domina a sí mismo, vale más que quien domina a una ciudad”. Y Lao Tse (siglo IV a.C) refería que: “Quien vence a los otros es fuerte; pero quien se vence a sí mismo, es invencible”. Aplicar estas lecciones es obligación imperiosa de todos los factores de la Mesa. Invoquemos entonces la sindéresis, la tolerancia y el entendimiento. Lo contrario es suicidio… Inclusive, de “lesa patria”.

El 13 de mayo de 1940, Europa era devastada por los nazis. Entonces, Winston Churchill, desde el parlamento británico, además de decir que sólo podía ofrecer sangre, sudor y lágrimas, también señaló:
“… En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: Venid pues, y vayamos juntos adelante, con nuestras fuerzas unidas”.

Ese llamado cobra ahora mayor vigencia que nunca, pues para salvar a Venezuela, indefectiblemente también debemos continuar “… con nuestras fuerzas unidas”.

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