El tema “gasolina” genera sensibilidad en Venezuela. Tratar sobre el aumento en su precio pareciera ser un tópico delicado, del cual hasta los gobernantes sienten temor.
El expresidente Carlos Andrés Pérez, es un antecedente clave en esta idea, hizo lo propio en 1989 y dicho incremento ha sido interpretado históricamente como la causa del Caracazo, hipotética razón por la cual no se ha ajustado ni siquiera su valor de producción en 17 años.
Pensar que el tanque de un vehículo se puede pagar con el dinero sencillo que resta de otras operaciones y que el valor de esta es inferior a un refresco o una taza de café, es para muchos inaceptable; resultaría más contradictorio si se estima que sólo se paga $/lt 0,01 en Venezuela, mientras otros países pueden llegar a sufragar hasta $2 por la misma cantidad.
Venezuela es el país del mundo con la gasolina más barata. Le sigue Arabia Saudita, pero su precio es 12 veces más elevado que el combustible criollo.
Si bien el Estado venezolano señaló que el 62% de los ciudadanos dijeron estar de acuerdo con dicha medida, siempre que el incremento sea fraccionado, aún existen personas que dicen no apoyar esta decisión, ya que por derecho les corresponde su “gotica de petróleo”.
En medio de contradicciones y sensibilidad, el sociólogo Samuel Pérez, también profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), refiere que este es un tema con múltiples aristas, todas ellas delicadas, puesto que debe interpretarse sociológica e históricamente.
En este sentido, comenta que esa especie de propiedad que siente el venezolano sobre el petróleo y sus derivados, es producto de la abrupta transformación del país, que pasó de la ruralidad a los caminos de la modernización, a partir de 1875, cuando se comenzó a explotar industrialmente.
Se generó un cambio en el modelo de producción y se dejó de apoyar lo agrícola para centrarse sólo en lo petrolero, por tratarse de un recurso natural que requiere sólo de extracción.
“El hallazgo del petróleo generó un fuerte impacto cultural, que hizo pensar que éramos inmensa y eternamente ricos, pensamiento que aún sobrevive en nuestros días, a pesar de las dificultades globales del tema energético”.
Ideología que ha tenido impacto en la conformación social del trabajo y que ha resultado en una baja producción. “Nos hemos sentido poseedores de esa fortuna, que en realidad es una ilusión… creemos que somos ricos, pero no”.
Señaló que al ser este el producto más importante de Venezuela y el gobierno el encargado de trabajarlo, así como de repartir la riqueza, no sólo se ha formado un patrón con cultura rentista, sino también dependiente del gobierno.
La herencia que no es eterna
El sociólogo apuntó que según expertos, al petróleo, como se conoce hasta ahora, le quedan escasamente 25 o 30 años, puesto que ha habido un importante desarrollo científico que desplazaría la utilidad del producto en diversas áreas.
Para describir la actual situación de la economía venezolana, citó como ejemplo: “Es como si una persona heredara una gran casona con 50 habitaciones, pero para vivir sólo necesita una. Entonces alquila las otra 49 y vive de la renta, pero no trabaja, ni pone a producir lo que allí se genera”.
Expresó que a lo largo del siglo XX y XXI el venezolano pareciera haber tenido esa percepción, la cual se ha profundizado, con el aditivo de que “una inmensa proporción de la población se siente con el derecho a vivir entre una riqueza que no es real y que en el mejor de los casos es perecedera”.
“Los venezolanos han asumido que todo es fácil por derecho, sin sacrificio, por lo que no hay una ética de trabajo ni esfuerzo”, comentó el sociólogo, quien añadió que los ciudadanos asumen que por vivir en un país petrolero el producto no puede tener un costo elevado, ya que por derecho les corresponde un “pedazo de la renta petrolera”.
Allí la razón por la cual el tema pueda generar múltiples susceptibilidades, además de las ya conocidas razones económicas.
Montado a gasolina
A este escenario agregó que en Venezuela el desarrollo de infraestructura, comunicaciones y transporte de mercancías, además de bienes de consumo, se ha hecho tradicionalmente montado sobre la base del transporte automotriz, por lo cual el aumento del producto tendría un impacto en diversos sectores del país.
“A diferencia de otras naciones, hay un desarrollo casi imperceptible de otras vías de comunicación. A pesar de que pudiese ser más barato hacer el transporte a través del ferrocarril, por ejemplo”.
Existen intentos no concretados en el siglo XIX con el expresidente Guzmán Blanco, en el XX con Marco Pérez Jiménez y en el XXI con la Quinta República.
Energía para el pueblo
Respecto a la campaña presentada por el Gobierno, que intenta generar conciencia sobre el precio de la gasolina, expresó que desde el punto de vista sociocultural, más allá de la propaganda y el aparato comunicativo, las políticas del Gobierno están basadas en crear matrices de opinión, que luego se conviertan en ideas del colectivo, por lo que en los últimos meses han hecho ver que existe un consenso en el aumento del combustible.
Sin embargo, el sociólogo no aprecia que producto de esa campaña se genere un escenario distinto al rechazo por la posible medida. “La población no está dispuesta a pagar el incremento, porque sabe que tendrá un impacto económico que se sumará a los descontrolados índices de inflación, lo que agudizará los niveles de escasez”.
El venezolano aún observa las fallas económicas del gobierno y no estaría dispuesto en sacrificarse, en caso de ser el único, por lo que los sondeos presentados no serían muy confiables, sino que estarían basados en el pensamiento de Paul Joseph Goebbels, quien refiere que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
“Quieren hacer creer al venezolano que existe una aceptación ante el incrementó, pero existe un recuerdo social doloroso y múltiples fallas que aún permanecen a la vista de todos”.
Refirió el sociólogo que según múltiples estudios el tema aún es visto con suma desconfianza.
Racionamiento básico
El sociólogo no desconoció que sectores numerosos de la sociedad, podrían pensar que esta media no los afectaría, por no contar ellos con vehículo. Sin embargo, dicho pensamiento carece de cierto grado de racionalidad, si se toma en cuenta que esto tendrá un impacto general en la economía.
Asimismo afectará al 56% de la población que según último censo nacional, se traslada en transporte público y el transporte de carga de consumo.