Cada vez que el mandatario Nicolás Maduro Moros le anuncie al mundo que será víctima de un atentado o de un golpe de Estado y los mismos no se produzcan y no se presente prueba de ellos, los servicios de inteligencia de Venezuela, la Cancillería o la credibilidad de la república, quedan en entredichos.
Hemos perdido la cuenta de los anunciados intentos de magnicidio que el régimen chavista denunció, seguramente siguiendo los consejos de la dictadura cubana. Debemos estar en el libro Guinness, pues no hay Estado que a cada rato anuncie hechos de esta naturaleza.
Desde la campaña electoral de Maduro se vienen anunciando estos atentados donde no hay pruebas y pasado el hecho sobre el que se escandaliza, no se habla más del asunto. Antes de las elecciones se dijo que un salvadoreño lo quería asesinar. Recientemente el propio mandatario denunció que iba a ser objeto de un acto terrorista en Quito, el gobierno ecuatoriano guardó silencio y no pasó nada. Lo mismo ocurrió con el viaje a San José de Costa Rica a la CELAC, justificando incluso la pernoctación en Managua y nada ocurrió.
Denunció a los expresidentes Pastrana, Calderón y Piñera como patrocinantes de un sangriento golpe de Estado y el mismo no se efectuó. La fijación continúa y ahora el vicepresidente Biden de los Estados Unidos es el que se encuentra detrás de otro golpe. Vale recordar entonces lo dicho por Samuel Johnson: “Cualquier preponderancia de la fantasía sobre la razón es un grado de locura”.
Maduro se expone entonces a que ya no sea la discusión acerca de su nacionalidad, sino que ya es un asunto de psicología o psiquiatría. Un país en crisis política y económica, no puede mantenerse en vilo, sobre fantasmas, espectros, conjeturas o alucinaciones.
El historiador Edgardo Mondolfi, Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, ha escrito un extraordinario libro titulado “El día del Atentado”, referido al frustrado magnicidio contra el presidente Rómulo Betancourt planificado desde la República Dominicana por el dictador Trujillo. En el epígrafe de su libro hay una enumeración de los atentados a Jefes de Estado en nuestra historia. Se narran entre otros los ocurridos a Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Francisco Linares Alcántara, Juan Vicente Gómez, Carlos Delgado Chalbaud y Rómulo Betancourt.
Existe una historia de los servicios de inteligencia y contrainteligencia de Venezuela. Hemos conocido la Seguridad Nacional en tiempos de la dictadura perejimenista y después la Digepol, la Disip, el DIM, hasta llegar al actual Sebin. Este último organismo bien organizado en direcciones específicas, ha sido utilizado por el gobierno actual para encargos que desvirtúan su esencia más referida a la seguridad y defensa nacional, que a tareas de represión.
Estamos cansados de estas pesadillas de Maduro, sobre espectros, corazonadas, pájaros que le hablan, sombras, duendes, que exponen el honor de Venezuela.
