Una vez, en mi juvenil militancia en el MIR, en reunión que realizábamos en una zona montañosa de Río Claro, se me acercó el “catire” Aguero, y me dijo: “Bajemos temprano. Viene un palo de agua”. Estando el sol que rajaba piedras, no le creí, a lo que el “catire”, sin dejar de mirar el cielo, comentó: “La gente no ve las señales del tiempo”. Pasado un rato, las entrañas de las nubes se vaciaron en un aguacero descomunal; un palo de agua de tan bíblicas proporciones, que de haber sido aquella una reunión del cogollo podrido del psuv, hubieran tenido que construir un arca para albergar una pareja de cada animal. Por la abundante fauna de la zona, digo. Lo cierto es que este episodio, me hizo pensar que el ser humano tiene una especial habilidad para captar y comprender las señales, no del tiempo, sino de los tiempos. Un saber ancestral que lo lleva a percibir las palpitaciones con que los grandes acontecimientos estremecen hasta el aire que respira. Quizás, eso de auscultar las pulsaciones de los tiempos, se asemeja a lo que Ortega y Gasset -que no es un dueto musical, como cualquier Maduro pensaría-, denominaba “estar a la altura de los tiempos”, entendidos estos como el tiempo vital de cada generación.
Pues bien, Venezuela exige que sus hijos de estos tiempos, desde su propia altura, oteen el horizonte para escudriñar las señales del tiempo que está viviendo, que no es otro, que el de la Unidad Nacional. ¡Unidad!, grito primordial que emerge desde el fondo de nuestra historia, conectándonos con nuestros grandes héroes. ¡Unidad!, escudo y blasón de nuestra epopeya libertaria, que nos lleva al encuentro de Bolívar – no el secuestrado por el Psuv, sino el Bolívar de todos, el que andaba con el pecho cruzado de relámpagos; el de voz tronante, que rugía tempestades y quebraba las cadenas de los pueblos oprimidos -, convocando a la unidad nacional para derrotar a los españoles. Al encuentro de los héroes del 23 de enero, llamando a la Unidad Nacional para enfrentar y derrotar al dictador Pérez Jiménez, quien, a Dios gracias, está donde tiene que estar; fraternizando en el lecho sepulcral con algún admirador “Supremo”. Todo esto nos señala, que la jornada del próximo 6D, nos conmina a la Unidad. Al igual que nuestros héroes, los demócratas de hoy libramos un combate terriblemente desigual, contra un régimen abusivo y oprobioso, y al igual que ellos, estamos obligados a vencer. Pero para eso, debemos ¡marchar unidos, carajo!. Y quien promueva desde la oposición una vía alterna, va a contrapelo de la historia. Es cierto que el adversario es mañoso, pero aún así, antes lo hemos vencido. Es verdad que existen desacuerdos internos en la fuerza unitaria, pero justamente, la diversidad, le da cohesión a la unidad.
En todo caso, los desacuerdos no deben convertirse en desunión. Los políticos yo-yo, es decir, los que anteponen sus intereses personales o partidistas, a los intereses del país, terminan por convertirse en lavanderas de los trapos sucios del gobierno. Por eso, el trillado cuento de la tercera vía, sólo es, como dice la canción de “Los Corraleros de Majagual”, un “camino culebrero”, que conduce al despeñadero donde anidan las mapanares del siglo 21. Eso si, quienes opten por ese camino, deben saber que, cuando la gente del psuv, luego de usarlos, salga a decir que los llevó al río, pensando que eran doncellas, no vengan a disparar culpas propias. Asuman que no quisieron estar a la altura de los tiempos, y que, en cierta forma, tenia razón quien advirtió que, a veces, las “dadivas quebrantan peñas”. Queda dicho, pues…
