El tema de la Reforma del Estado es de vieja data, y suele ser la opción de los ciudadanos cuando el Estado se torna pesado e inviable. En nuestro caso, proponer de nuevo el tema no resulta descabellado, por cuanto la situación del país amerita una terapia intensiva que pasa por volver a tocar la estructura del mismo. Luego, la propuesta electoral parlamentaria, debe estar alineada con un proyecto de reformas que apunten al desmontaje completo del actual modelo de Estado rojo y promover el que el pueblo venezolano escogió en 1999, al votar en referendo la Constitución Nacional vigente.
Al leer el párrafo de arriba, algún lector pudiera decir que “es más de lo mismo”. Y no es así. El actual régimen nunca se apegó a los designios de la Constitución Nacional ni en su acepción orgánica ni mucho menos, dogmatica; por el contrario, desconoció sus propias instituciones y siempre ha violado sus propios principios, desencadenando todo este caos y la tragedia social que nos envuelve y padecemos. Por ello es necesario que reinstitucionalicemos al país para lograr su completa normalización y estabilidad. Lo que este fuera de este objetivo, es sencillamente, otra forma de hacer populismo…
Es, pues, tarea del nuevo Parlamento Nacional profundizar en un verdadero diagnóstico de la problemática que nos abruma como nación. Hay que hacer una experticia del daño que ha causado el Madurocabellismo, y desde allí, impulsar la Reforma del Estado, que no es otra cosa que adecuar las instituciones y las leyes al espíritu originario de la Constitución vigente: autonomía e independencia de los poderes. En este sentido, insisto, el centro de la propuesta de los candidatos de la MUD debe ser la Reforma del Estado. Hay que consolidar la autonomía del Poder Público Municipal, a los efectos de darle el poder y las competencias que la propia Constitución le reconoce, y ello pasa por restablecer la figura de las juntas parroquiales y alinear los instrumentos legales locales con las leyes marcos, en virtud de que se presume que gran parte de estos poderes no están conformes con el espíritu de nuestra Carta Magna.
Y por otro lado está el Poder Público Estadal, muy parecido a un elefante blanco, precisamente porque la mezquindad política y las ansias de poder absoluto del “comandante-eterno”, quién vetó en el 2003 la Ley Orgánica de la Hacienda Pública Estadal, dejando a la provincia descalabrada, dependiente, únicamente, de un situado cada vez más escuálido. La descentralización y las transferencias de competencias deberán jugar un papel relevante en la Venezuela de progreso que puede promoverse desde una Asamblea Nacional con una nueva mayoría.
Venezuela vive una tragedia y es hora de hablarle claro al país. No prometer villas y castillos…Por supuesto que vendrán tiempos mejores, pero antes hay que arreglar la casa. La clave está en una Asamblea Nacional que recupere su majestad y ejerza las competencias que le son propias. Vayamos por ella.
