Sin tregua. “EL LEGADO”

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¿Cuál legado? Hechura de los gobiernos democráticos que precedieron este desastre es buena parte de la infraestructura existente; desde carreteras, cloacas y tendido eléctrico hasta escuelas, universidades, hospitales, seguro social, además de la propia Pdvsa, cuyo crecimiento y gestión era emblema de lo que los venezolanos podíamos hacer bien.
No obstante, los desatinos, la corrupción, el clientelismo, la incapacidad para construir e implementar salidas en los tiempos en que la renta petrolera dio señales de agotamiento se llevó por delante a su liderazgo y dio pie al surgimiento del experimento que conocemos como “socialismo del siglo XXI”. Enorme fue la expectativa creada hace 15 años por la denominada “revolución bolivariana”, como grande es la indignación que se ha venido generando con la implementación de sus aberraciones ideológicas. El inmenso pedazo del país adverso no ha hecho sino crecer y de eso dan cuentan los últimos resultados electorales y la protesta de calle.
El difunto legatario anclo su liderazgo en la población más pobre, sobre la base de una oferta redistributiva de la renta petrolera, no sin antes llevar al extremo el odio de clases.
La multiplicación de los precios del crudo le permitió implementar nuevos programas sociales pero sus desastrosas políticas económicas dejaron destartalado el aparato productivo nacional. A nombre del socialismo le metió mano a cuanta actividad rentable le resultase incomoda y el resultado ha sido que el país no se abastece sino de malandros. Ni que hablar de la política económica, que hace más dramática la escasez y alienta una inflación endemoniada que se lleva por delante sueldos, salarios y ahorros. Junto a la cháchara seudo revolucionara, ese es el legado del “eterno”.
Por cierto, a Nicolás y Diosdado sólo les va quedando lo repetitivo y vacio del discurso, el atribuirle su incapacidad a una presunta guerra económica, al imperialismo y a las protestas en las calles.
El punto es que el desasosiego tiende a generalizarse. También los más necesitados comienzan a percibir la desproporción existente entre la inmensa cantidad de recursos petroleros que el país recibió durante más de diez años y los miserables resultados obtenidos.
Levantarse de madrugada y hacer cola casi todo el día para comprar un pollo no merece llamarse revolución ni ser lo que justifique que se hayan perdido desde los afectos hasta los valores del respeto y la solidaridad.
Pero el colmo es que en lugar de detenerse a evaluar ese legado el dueto Maduro-cabellista acuda a la represión, a la tortura, a perseguir y poner preso al disidente, tal cual proceden los gobiernos gorilas.

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