La casi unanimidad de los historiadores patrios, afirma que la actual crisis es la más grave vivida por Venezuela desde su creación como república. Ni la guerra de independencia, ni la separación de la Gran Colombia (La Cosiata), ni el predominio tiránico de los Monagas, ni el liberalismo amarillo, ni la revolución restauradora de los andinos, ni la terrible dictadura gomecista, ni la revolución de octubre de 1945, ni la dictadura perezjimenista, tuvieron los ribetes dramáticos de estos lamentables y trágicos años de supuesta revolución bolivariana.
Venezuela está hoy desarticulada, habría que decir destruida. Afortunadamente La conciencia de la gravedad de la actual situación venezolana, ha venido creciendo en la población a medida que el problema económico y la terrible inseguridad personal y la escasez han tocado las puertas de todos. Pero el problema no es solamente económico, institucional, social, cultural, educativo, es sobre todo moral. Pareciera que no queda ninguna reserva moral en el país, ninguna referencia de conducta recta, honorable y ejemplar que mostrar a nuestros muchachos en formación y si la hay, tanta maldad la ahoga. Hoy en día la competencia no es por ver quién se prepara mejor, sino por ver quién saca el provecho material más jugoso y grande.Es por tanto el momento histórico de las grandes decisiones porque, reitero, es la peor crisis vivida por la república. Espero no solo que aparezcan las personas capaces de enfrentar el reto inmenso de rehacer a Venezuela y especialmente de unir al país para re-institucionalizarlo, enseriarlo y enrumbarlo hacia un objetivo de progreso y libertad.Para lograr ese cometido hace falta que quienes se propongan llevarlo a cabo, con la ayuda de todos,tengan la visión y la claridad de la trascendencia de la tarea a realizar. No es cualquier cosa lo que tenemos frente a nosotros. De que acertemos en lo que debe hacerse, depende la paz y el futuro de nuestros hijos y nietos. Por eso he insistido entre particulares y en reuniones con gente preocupada por el destino de Venezuela, que hace falta una gran dosis de sensatez y otra grande también de desprendimiento. Entiendo a quien se ha propuesto realizar una carrera política, su deseo de ocupar puestos de primera línea y asumir responsabilidades, pero es la hora de pensar en el destino de la nación y no en la pequeña ambición que abre camino no se sabe si para lo mismo de siempre: satisfacer vanidades y ambiciones pequeñas y subalternas.
Viene la elección de la Asamblea Nacional, quienes somos partidarios de la democracia y de la libertad, debemos ponernos de acuerdo en el menor tiempo posible acerca de cómo elegir candidatos.Siempre he pensado que lo mejor es consultar a la población. Pero lo que importa es la unidad efectiva y afectiva. La nación no perdonaría que por pequeñeces se pierda la oportunidad de obtener una sólida mayoría en la Asamblea Nacional. El país observa expectante. Se requiere sensatez y desprendimiento.
