Pajarólogo, artista, titiritero, docente, ambientalista, niño y amante de los sueños que en más de una oportunidad plasmó en sus creaciones. Todas las mañanas llegaba un mensaje a los teléfonos celulares de artistas y personas vinculadas al mundo cultural barquisimetano. Se trataba de las ocurrencias del niño más grande: Elio Naccarella. Algunas veces eran subidos de tono, otras rimaban, algunos no tanto, pero en cada uno de estos textos dejaba en manifiesto su profunda creatividad y las ganas de acercarse al mundo con su mirada utópica.
Ya los mensajes no llegarán más. Naccarella se fue, emprendió un vuelo, el más alto y el más hermoso. Su trinar ahora es otro, es universal. Nos dejó un legado infinito, lleno de colores y de propuestas ricas que se quedarán tatuadas en la memoria de un colectivo que aprendió a admirar y respetar el trabajo de un intelectual sin medidas.
Fábula de un vuelo fue el título de su última exposición individual, la cual se llevó a cabo en el Museo Alejandro Otero en Caracas en el 2012. Con esta muestra, se sumaron más de 80 exhibiciones entre individuales y colectivas que recorrieron toda Venezuela.
Entre niños…
Nació en Guardiagrele de la región de Abruzzo, una ciudad catalogada como artística en esa zona de Italia, será por eso que el 28 de octubre de 1938, cuando Elio Naccarella abrió los ojos a la vida y al mundo, inclinó su amor y vocación por las artes. En su ciudad natal estudió Artes Plásticas en la Scuola Comunale y en la Scuola di Avviamento Professionale de Guardiagrele.
También vio de cerca el trabajo de su hermano Doménico, quien laboraba con hierro forjado y hacía de este oficio una hermosa creación artística. A Naccarella no le quedó más remedio que robarse los lápices de dibujo y seguir los pasos del que sería su primer maestro, su hermano.
Desde hace más de sesenta años llegó a Venezuela. Petare le abrió las puertas, así como también lo hizo Caracas, Maracay y más tarde Barquisimeto. En Petare conoció a artistas como Bárbaro Rivas, Jacobo Borges y Alirio Palacios.
En la «capital del cielo» estudió en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas Cristóbal Rojas, desde 1955 hasta 1961. Fueron cursos y talleres libres, que le enseñaron a integrar los conocimientos en una sola propuesta artística.
En sus inicios, los grandes lienzos o ensamblajes estaban ausentes, aguardaban por él, sabían que Naccarella llegaría después. Un taller, donde las marionetas y los títeres cobraban vida en manos de este sabio creador, era la forma como se aproximaría a los niños. En su larga hoja de vida destaca esta labor que emprendió en más de dos décadas comprendidas entre 1960 y los ‘80.
Dirigió la realización de murales infantiles en Caracas, Barcelona, Puerto La Cruz, Anaco, San Juan de los Morros, Maracay, Valencia, Maracaibo, Barquisimeto y otros puntos del país. Organizó 19 salones nacionales de arte infantil y pintura motivada en Venezuela y en el exterior estableció seis exhibiciones más con estas mismas características.
En 1979 en Acapulco, México estuvo preparando a 20 niños escultores de Arena, en el Año Internacional del Niño, con la participación de 33 países.
Un mural de 120 metros cuadrados que se encuentra en la ciudad de Menphis, Estados Unidos, fue el resultado de la asesoría de Elio Naccarella a 10 niños que lo elaboraron, todos en representación del Ministerio de la Juventud.
“Aprendí mucho de ellos y por eso mis obras se las dedico a los niños del mundo”, dijo Naccarella.
Entre híbridos
Confesó sentirse enamorado de lo que hacía, que además formaba parte de su fantasía erótica. En 1974 empezó a elaborar pájaros con desechos. “Hice un pavo real con latas de sardina y ese cuadro lo compró Isabel Allende. Poco a poco llegué a lo tridimensional, pero sucedió algo aún más fascinante, comencé a mezclar las aves entre ellas y después hice híbridos con otros animales”, explicó el maestro.
Así pues, si las personas ven besándose a una jirafa con un búho, un panda con un gallo, procreando una mezcla que pudiera dar un pandagallo, entre muchas otras interpretaciones. Pero además, el factor humano también se descubre, cebras con piernas de mujer y zapatos rojos, forman parte de un espectáculo visual y plástico, que logra romper con todos los esquemas y paradigmas establecidos.
“Los híbridos son parte de mis sueños. Me gusta ver a las jirafas volando por el aire, o a los pájaros arrastrarse como culebras. Aquí todo eso se hace posible”, dijo sonriente el artista.
Al mismo tiempo, disfrutaba de darle utilidad a los materiales de reciclaje, convirtiéndose en un protector del ambiente.
“Lo que yo hago en realidad no es reciclaje, es alquimia. Soy un alquimista, sin falsas modestias. Combino lo barroco con lo industrial y obtengo lo que espero. Hago cosas utópicas, no me arrepiento de hacerlo y de serlo, porque soy feliz con mis utopías”, manifestó dejándonos este legado mágico y fabuloso de su creatividad infinita.
