Al publicar este artículo me encontraba de visita en mi villorrio caserío volcancito, atraído por las lluvias y el olor a tierra mojada de las laderas y colinas, estrenando un reluciente verdor color de la esperanza, que al llegar el invierno despierta el ánimo del morador y lanza el grito mañanero como una bienvenida a la primavera tan esperada con todo el amor y el arar de su tierra lanza sus semillas con toda la fuerza del amor y la fe en Dios, en espera que esa semilla sea bendecida y devuelva una buena cosecha que permita a la existencia del agricultor combinar para seguir emanando y arraigando a su noble tradición de producir alimentos, aparte que este noble trabajo lo mantiene descontaminado por ser este ambiente sano de primera línea, donde hay unión y parentesco, que está por encima de cualquier interés personal, pues ahí queda arraigado lo que nos enseñaron o nos legaron nuestros padres y abuelos tales como: trabajo, amor, respeto y ética, compartir en todo tiempo sin egoísmo para que Dios nos bendiga la producción y se multiplique en paz y bienestar, bajo el amparo de la humildad y la fe en Dios, para que sigamos unidos arriando los bueyes por el camino del amor y la prosperidad.
Bendito caserío que me vio nacer, donde viví mi niñez en aquellos tiempos en que todo escaseaba materialmente, pero sobraba el amor familiar en recompensa a las tantas carencias, todo era afecto por todos los puntos cardinales, uno veía caras sonrientes de una comunidad con pocos bienes materiales pero un río de amor y cariño entre todos y para todos, la protección era mutua, la malicia y la desconfianza brillaban por su ausencia, nunca olvidare a mi querido volcancito, aun tengo el recuerdo fresco a pesar del tiempo, del grito madrugador del campesino con una sobre carga de sentimientos dirigidos a la naturaleza, recordando su existencia y el deseo de trabajar, cantándole loas a la nubes acompañados de una promesa a San Isidro, patrón de los agricultores y un velorio a la Cruz, pidiéndole amor, paz y salud.
Este volcancito de mi raíces, su gente vino al mundo para servir y ser útil en producir una buena parte del alimento que se consume en el país, libre de contaminación, sin preguntar quien será el que se alimentara con este alimento que yo produzco, todos estos hacedores productores son digno de admiración, pues para ellos los obstáculos y precariedades jamás están por encima de su férrea voluntad.
Reflexiones en positivo Volcancito y sus nobles productores
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