Reflexión – Una sociedad sin clases

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¿Cuánta alegría y cuánta frustración ha traído a la humanidad esta bonita idea de ciertos grupos políticos en la historia? Claro, culpables son, tanto los opresores políticos de derecha, que sin máscaras, ejercen el poder para su propio beneficio, como los de izquierda, que se enmascaran en proyectos de “justicia social” para poder acceder al  gobierno y degustar las mieles del poder.
Los primeros, invocan sin tapujo la necesidad de la libre empresa y el derecho de explotar la riqueza a través del trabajo. Y así,  disfrutar de lo que han acumulado. Se dicen no culpables de la pobreza y la miseria de otros, quienes según ellos han tenido las mismas oportunidades. Los segundos, aprovechan los descalabros sociales y económicos en la existencia de las mayorías paupérrimas, para llenarles la cabeza de falacias y mentiras de igualdad. Dando origen a movimientos multitudinarios de gente necesitada, que realmente creen en una sociedad sin clases sociales, y llevan a sus líderes al poder.
Así, ha transcurrido la triste historia de la humanidad. Gobiernos de derecha con grandes privilegios económicos que sin rubor hacen de las oportunidades cuando gobiernan un negocio más, sin percatarse que están echando las bases para que surjan con fuerza avasallante grupos de desposeídos llenos de resentimiento, que llevan a los de izquierda al gobierno, para seguir engañando a los más necesitados. Y lo más triste de esta realidad histórica, es que el hombre no ve que hay otra opción que se encuentra en el Evangelio de DIOS, que se demuestra con hechos concretos. Que ni fe necesitan para creer, por cuanto se ve en la vida de las personas.
Nunca imaginaron los ideólogos de izquierda, que su utopía de una sociedad sin clases sociales sí es posible, pero en el marco de los cambios que nuestro Señor  Jesucristo  hace. “En el cristianismo primitivo los muros divisorios de la sociedad se derrumbaron ante el peso del evangelio…Los carpinteros y los cobradores de impuestos, los picapedreros y las reinas, los sirvientes domésticos y los sacerdotes, los griegos y los romanos, los hombres y las mujeres, los ricos y los indigentes, todos llegaron a ser iguales en el Reino de Gracia de Cristo” Dan Solis.  “Ya no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Gal.3:28. “Y todos los creyentes estaban unidos, y tenían todas las cosas en común. Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, según la necesidad de cada uno. Hech.2:44,45.
Ahora, que los predicadores cristianos de la “prosperidad”, falsos profetas, se aprovechen de esto para llenar sus bolsillos, es otra cosa. Dios se encargará. «El que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor sería que le colgaran al cuello una piedra de molino, y lo hundieran en lo profundo del mar”Mat.18:6. Hasta el próximo martes Dios mediante.

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