Reflexión – Más del Titanic

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La tragedia del Titanic no deja de traernos situaciones que nos llenan de fortaleza y esperanza. Que ciertamente, en este mundo y en especial en este país, la estamos necesitando con urgencia. Y por ello, se las presentamos cada martes. Gracias a Dios y a este noble periódico.

Se trata de La historia de Harvey Collyer y Charlotte Collyer. Que a pesar que ser muy triste también, hay elementos de su experiencia que nos enseñan mucho acerca de la vida cristiana. Este matrimonio creyente del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, invirtió todos sus ahorros para hacer ese anhelado viaje. Como pudo hacerlo cualquiera cristiano bendecido por Dios. Hoy pudiera ser un crucero para celebrar 40 años de casado por ejemplo. Sería fabuloso para cualquier.

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Ya a bordo del barco, cuando se produjo el impacto, Charlotte estaba en la cama, por sentir náuseas, debido a las comidas consumidas. Su marido entonces, salió para investigar sobre el incidente e inmediatamente le informó, diciendo: “Hemos chocado contra un iceberg, pero no hay peligro” Sin embargo, ya todo estaba perdido para quienes iban a morir allí, Charlotte fue rescatada en el bote salvavidas No 14. Ella, en la espera de saber si su esposo se había salvado, guardaba una esperanza en su corazón, pero Harvey Collyer murió en el hundimiento y su cuerpo, si se recuperó, nunca fue identificado.

Un tiempo después Charlotte le escribió una carta a su suegra donde le decía “A veces siento que vivíamos demasiado el uno para el otro, y es por eso que lo he perdido. Pero mamá, vamos a reunirnos con él en el cielo. Cuando esa banda tocaba ese himno que dice:
“¡Más cerca, oh Dios, de Ti, más cerca sí!
Aunque sea una cruz que me lleve a ti;
Si tiende al sol la flor, si el agua buscar el mar,
/**A Ti, mi solo bien, yo he de buscar”
Sé que pensaba de ti y en mí”
Definitivamente, en medio de todo ese pánico y desesperación, los instrumentos y la música de adoración que esta orquesta, tomada Espíritu Santo, sin inmutarse, calmados y pacientes, pusieron una nota de esperanza en el corazón de las personas que quedaron allí, de que se encontrarían con Dios en el día postrero, cuando viniera por Segunda Vez. Y eso, era lo que sostenía a Charlotte en su hora más triste. Y es, lo que sostiene a aquellos que hemos perdido a nuestros amados en este mundo de pecado.
“En la primera resurrección el Dador de la vida llamará a su posesión adquirida, y hasta esa hora de triunfo, cuando resuene la trompeta final y marche ese vasto ejército hacia la victoria eterna, todo santo que duerme estará en un lugar seguro, y será guardado como joya preciosa, a quien Dios conoce por su nombre. Gracias al poder del Salvador que moraba en ellos mientras vivían, y debido a que fueron participantes de la naturaleza divina, serán levantados de entre los muertos. Libro Maranatha el Señor Viene, Elena de White. ¡Yo digo amén! ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez
[email protected]

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