La finalización de las inscripciones de las candidaturas para las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre esclarece el panorama electoral y las opciones que tendremos como ciudadanos para ejercer el voto.
En consecuencia y basándonos en la naturaleza y principios de nuestro sistema electoral, es conveniente analizar el impacto que tendrán las candidaturas independientes, es decir, aquellos ciudadanos que se postularon fuera del Polo Patriótico y de la Mesa de la Unidad Democrática.
Según la Ley de Procesos Electorales del año 2009, el sistema electoral para la elección de la Asamblea Nacional es paralelo de personalización del sufragio para los cargos nominales y de representación proporcional para los puestos de lista.
Esto significa que la cantidad de diputados que se establece por estado son tres y los que resulten de dividir entre el 1.1 de la población total del país.
Cuando el número de diputados es igual a 10, se elegirán 3 cargos por lista y los demás en circunscripciones nominales. Si el número de diputados es inferior a 10, se eligen apenas dos diputados por lista y los demás nominalmente.
Con esto queda establecido que sólo se eligen por lista entre el 20 y el 30% de los parlamentarios, impidiendo que un partido minoritario obtenga representación.
Por si fuera poco, la nueva ley electoral establece que los votos por lista y nominales se cuentan por separado y no se restan de los sufragios nominales como se hacía anteriormente.
Por esta razón los partidos que obtengan la mayoría pueden terminar con más escaños de los que realmente les corresponderían de acuerdo a los votos obtenidos.
Esto, aunado a los cambios de las circunscripciones que realizó el Consejo Nacional Electoral a partir de 2009 en los principales estados del país, quebrantando las divisiones naturales e históricas de los municipios y parroquias, puede modificar el resultado electoral.
Como vemos, el sistema electoral es profundamente mayoritario y debilita la representación proporcional. El resultado es que la primera minoría se convierte en una mayoría aplastante en detrimento del resto de las fuerzas políticas, incluso si la diferencia en número de votos en poca.
En el 2010, en nuestro estado vivimos una situación que reflejó muy bien la naturaleza del sistema electoral: en la elección parlamentaria celebrada ese año, se presentaron tres fuerzas políticas; el Polo Patriótico (que agrupaba a los partidos afectos al oficialismo), la Mesa de la Unidad Democrática (que agrupaba a los partidos identificados con la oposición) y Patria Para Todos, partido al cual se unió el Gobernador Henry Falcón tras su ruptura con el PSUV.
Los resultados expresaron como el sistema castigó la falta de unidad de los factores opositores. En el voto lista las fuerzas políticas obtuvieron resultados bien parejos: El PSUV 40.79%, la Mesa de la Unidad Democrática 30.79% y el PPT 28.42%.
El PSUV y la MUD obtuvieron 1 diputado, mientras que el PPT con un significativo 28.42% no obtuvo ningún diputado. Obviamente, si ambas fuerzas políticas opositoras hubiesen asistido unidas a la mencionada contienda electoral, el resultado habría sido bien distinto.
Como han reseñado ampliamente los medios de comunicación, varios líderes políticos postularon sus candidaturas independientes en nuestro estado y en otros circuitos del país. No analizaremos las razones que motivaron sus postulaciones ni el liderazgo de cada candidato.
Lo que sí es cierto es que bajo el sistema electoral actual las posibilidades de que este tipo de candidaturas obtenga una curul son mínimas. Pero ello no obsta que una candidatura independiente, que en el caso de la unidad, constituyen más de veinte ciudadanos, pueda restarle votos que le impidan lograr más curules en el Parlamento.
Esta situación es por demás injusta, porque las más recientes encuestas de opinión pública muestran como la población venezolana se ha venido despolarizando, impulsada por la grave crisis política y económica que afecta al país.
Si el sistema electoral siguiera el principio constitucional de la representación proporcional, se garantizaría un espacio político para los denominados “no alineados”; pero, al ser un sistema mayoritario, aquel partido o coalición que obtenga el primer puesto puede obtener una mayoría aplastante.
Como vemos, los sistemas electorales tienen importantes consecuencias para la gobernabilidad democrática y resultan claves en los procesos de democratización, porque aspectos como la proporcionalidad y el diseño de circunscripciones pueden impedir que se conforme un parlamento que refleje fielmente las preferencias políticas del ciudadano.
