Profesionales con salarios rezagados (Infografía)

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Se necesitan entre cinco y siete años para obtener un título de profesional universitario en Venezuela, dependiendo de la carrera seleccionada y tras aprobar satisfactoriamente la educación media y diversificada del sistema educativo formal.

Alcanzar esa meta en el lapso previsto, también está condicionada por el tiempo previsto para los estudios dado que muchos estudiantes universitarios se ven en la obligación de trabajar para poder costearse la educación, aunque se encuentre en una institución pública.

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Lo ideal es que los nuevos profesionales comiencen a trabajar al obtener su título y así poder independizarse económicamente, en el caso de los jóvenes, gracias a una fuente de ingresos estable y que le permita adquirir los bienes indispensables para formar una familia, en el corto, largo o mediano plazo.

Pero en el país, ese ideal se hace cada vez más cuesta arriba debido al alto nivel inflacionario y la distorsión que se observa desde hace varios meses entre los ingresos de los profesionales y de quienes se dedican a la economía informal.

Maestros, profesores universitarios y médicos son algunos de los profesionales que llevan años quejándose públicamente por la devaluación de sus ingresos, una situación que lejos de mejorar se ha agudizado en lo que va de 2015.

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Deborah Velásquez de Valecillos, presidenta de la Asociación de Profesores de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Apucla), recuerda que con el ajuste oficial del salario mínimo de enero de 2015 por primera en la historia los sueldos de los docentes auxiliares y agregados quedaron por debajo del salario mínimo nacional.

“Debido a esa descomposición se otorgaron 5 millardos de bolívares para los trabajadores universitario que quedaron debajo de ese sueldo, pero eso complicó aún más la situación porque no se reconoció la meritocracia, las inter-escalas, ni el tiempo de dedicación. Entre un profesor asistente y un agregado la diferencia es de 200 bolívares”.

Recuerda que según organismos como el Cenda, se necesitan 6,7 salarios mínimos (Bs. 49.725,25) para cubrir la canasta básica, que además de alimentos incluye servicios básicos, ropa y calzado. “Y ningún profesor universitario gana, en estos momentos, esa cifra”. Según Velásquez, en el ámbito nacional existen profesores que laboran en las universidades pero que en las noches son taxistas, en un intento por completar sus salarios y pese al riesgo que ese oficio representa para su seguridad personal.

“Muchos buscan cómo resolver su situación económica y garantizar calidad de vida para su grupo familiar. En el caso de la UCLA tenemos registros de 70 renuncias en lo que va del año, algunos docentes cambian de dedicación y muchos concursos de oposición quedan desiertos por los bajos salarios; antes, estar en la universidad era un privilegio”.

Los docentes que renuncian lo hacen para ir a vivir en otro país, algunos para ejercer sus profesiones en el sector privado (por ejemplo los médicos y psicólogos).

En una entrevista con este rotativo, Elías Mubayed, presidente del Colegio de Médicos del estado Lara, señaló que los contratos colectivos de la Federación Médica Venezolana, que se suscribían cada dos años, se encuentran paralizados desde el año 2003. Se trataba de un instrumento que definía y normaba los sueldos y salarios, así como una amplia gama de beneficios sociales y económicos para los profesionales dependientes del Ministerio de Salud, el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales y el Ipasme.

“Poco a poco los beneficios y bonos que obtenía el médico venezolano se han ido perdiendo y los aumentos se encuentran a discrecionalidad del Presidente de la República”.

Hoy, un médico residente que trabaja en uno de los hospitales que dependen del Ministerio de Salud tiene un salario base de 5.768 bolívares, mientras que un especialista que presta 6 horas diarias de servicio cobra 6.899 bolívares. Es evidente que los salarios se encuentran por debajo del mínimo nacional establecido.

De allí que el clamor de los gremios es que se retomen las contrataciones colectivas como herramientas para rescatar los sueldos y salarios justos para los profesionales, en especial del sector público.

La aventura de la informalidad

Muchos profesionales combinan su ejercicio en un trabajo formal con los denominados “trabajos a destajo” o “tigres”, que pueden darse en área de la repostería o con servicios adicionales y privados, que les permiten obtener ganacias inmediatas para compensar sus ingresos.

Otros, en cambio, dejan de lado de su profesión y estabilidad laboral para dedicarse a oficios como la peluquería o la venta de repuestos; o bien para apostar por la rentabilidad de la reventa de productos de primera necesidad y así lograr que sus bolsillos sean más amigables con la inflación.

Un bachaquero puede obtener ganacias de hasta 36.000 bolívares al mes, dependiendo de su cartera de clientes y de los productos que logre revender., de allí que ese camino resulte más atractivo para muchos, pese a que se trata de una práctica ilegal.

Las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que cinco millones 200 mil personas engrosan la lista de informalidad en el país.

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