Prevenir desastres naturales depende de la planificación metropolitana

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Los problemas ambientales en áreas urbanas y en los alrededores de éstas son fenómenos que derivan del aumento del crecimiento urbano y que se traducen en el deterioro de las condiciones ambientales.
El cambio del uso del suelo, y la concentración del uso de recursos naturales, están en el origen de los problemas ambientales.

Como lugar de crecimiento demográfico, actividad comercial e industrial, las ciudades concentran el uso de energía y recursos, la generación de desperdicios al punto en que los sistemas tanto artificiales como naturales se sobrecargan y las capacidades para manejarlos se ven abrumadas.

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Esta situación es empeorada por el rápido crecimiento demográfico de las urbes.
Los daños o costos ambientales resultantes ponen en peligro la futura productividad de las ciudades, la salud y calidad de vida de sus ciudadanos.

Las ciudades se han vuelto las principales “zonas rojas ambientales“ que requieren urgentemente de atención especial en las evaluaciones ambientales regionales y de proyecto, y en la planificación y administración ambiental a escala regional metropolitana.

La escala espacial de estos impactos va desde el hogar hasta la comunidad entera, el área urbana y en algunos casos, las regiones más allá. Los impactos de mayor preocupación aun se encuentran a menudo a escala doméstica y comunitaria, y se relacionan con las deficiencias de infraestructura y servicios urbanos.

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La falta de planificación de las ciudades, trae consigo que sean más vulnerables ante cualquier episodio natural. Débil estructura de planes de contingencia ante desastres socionaturales, como sismos, inundaciones, incendios forestales y otros, incluyendo la falta de centros apropiadamente equipados para monitorear los fenómenos y atender a los afectados, son considerados también problemas ambientales del ecosistema urbano venezolano.

Según el informe sobre la situación ambiental de Venezuela en el año 2012, realizado por la organización Vitalis, se evidencian los principales alcances y dificultades de la gestión ambiental en el país, entre ellas los problemas urbanos.
Falta de preparación de la ciudadanía en torno a fenómenos naturales como movimientos telúricos, inundaciones, deslaves y otros, con lo cual se desconocen las acciones a emprender en caso de una emergencia de este tipo, son parte de las deficiencias.

Aunado a ello, la carencia de un sistema eficiente, automatizado y confiable de alerta temprana, que monitoree el nivel de los ríos, la pluviosidad, la velocidad del viento y otras variables climatológicas importantes, para la prevención y atención de emergencias; y la deforestación para fines agrícolas y urbanísticos, con posibles afectaciones no sólo en la calidad de los suelos, sino en la destrucción de fuentes de agua y en la regulaciónclimática e hidrológica donde ocurren, contribuyen a una realidad natural de fenómenos adversos.

Realidad natural

La profesora de educación ambiental, Ana Cecilia Reyes, ha basado su tesis doctoral en la percepción social del riesgo y la cultura preventiva, en vista de la necesidad que tiene la población de prepararse ante los fenómenos naturales, sobre todo en un país donde los eventos adversos han marcado gran parte de la historia.

Además, Venezuela se encuentra situada en un territorio con presencia de una importante falla geológica, que hace que la prevención en materia de sismisidad se haga cada vez más urgente.

“La forma en la que se ha manejado la realidad natural de nuestro país, es la cultura de que nada pasará, eventos que pueden darse en otros países. Pero sabemos que Venezuela es un país de alto riesgo físico y nos atraviesa la falla Boconó – San Sebastián – El Pilar justamente situada en el arco norte central del país, donde se concentra la mayor cantidad de población y todas las actividades más importantes para el desarrollo de la economía”.

El norte de Venezuela es parte del límite entre las placas Caribe y América del Sur. La zona de contacto de estas dos placas tectónicas ha generado un sistema de fallas principales activas del tipo transcurrente dextral a lo largo de un cinturón de aproximadamente 100 Km, definido por los sistemas montañosos de los andes venezolanos, la cordillera central y oriental, denominado sistema de fallas de Oca-Ancón-Boconó-San Sebastián-El Pilar, mientras que el Oriente de Venezuela está caracterizado por una zona de subducción que se extiende hasta las Antillas Menores.

En Venezuela, uno de los mayores potenciales de riesgo de pérdidas de vidas humanas y económicas está representado por la actividad sismológica debido a la gran cantidad de población que vive en zonas de alta amenaza sísmica.

“Barquisimeto se encuentra en grado de riesgo sismico 5, mientras que Cariaco en el estado Sucre, está ubicado en zona de riesgo 7. Tenemos una historia que nos habla de desastres sísmicos y otros eventos adversos como inundaciones y deslaves como ocurrió en Vargas y el litoral central, que se ha venido repitiendo, pero nos hemos mantenido de espaldas a la prevención, manejando el riesgo como una construcción social sin planificación”.

Prevención y acción

No sólo la construcción de viviendas antisismicas, es la solución para mantener a la población fuera de peligro ante un evento natural, la vulnerabilidad social debe ser atendida en la medida que se eduque a la población sobre qué, cómo y cuándo debe responder ante un desastre natural. Estos simples conocimientos serán fundamentales para resguardar la vida de muchos que, de no conocer como actuar, no podrán contribuir al resguardo de su vida.

“En escuelas, instituciones y universidades, hasta en lugares de trabajo, muchos no tienen un plan de acción a la hora de un evento natural adverso. Lo primero es comenzar por casa, con un plan familiar de emergencia, además evaluar los espacios de la vivienda donde puedan resguardarse y desde un principio conocer las zonas vulnerables y seguras”.
Lo importante es saber qué hacer durante un fenómeno natural, mantener la calma y recordar todas las recomendaciones planificadas.

Además de ello, el estado puede contribuir a reducir los factores de riesgo, realizando una planificación urbana adecuada, reubicando a familias en zonas seguras y con viviendas de infraestructura adecuada.

“De lo contrario estaríamos creando un caldo de cultivo para que, en caso de un evento adverso, todas las condiciones estén dadas para que el desastre sea aun mayor. Esto pasa sobre todo en países pobres, donde la infraestructura no es adecuada y no se hace inversión en materia de riesgo”.

De los cuatro eventos más importantes que más cantidad de vidas cobra en todo el mundo, los terremotos, las inundaciones, las sequías y los fenómenos meteorológicos, nuestro país está directamente influido por tres de ellos de forma directa, propensos a los movimientos telúricos, deslaves y sequías que casi nos llevan a la hambruna en 1912, destacó la profesora Reyes.

“Hace falta la preparación y la educación de la población en materia de riesgos, con planes educativos en todas las instituciones.

¿Qué hacer?

Lo primero que se debe tener en cuenta en el hogar es un Plan Familiar, que comienza con un diagnóstico de la distribución y objetos que puedan generar un riesgo en un evento adverso, como en el caso de un sismo. Asegurar bibliotecas, alejar objetos contundentes e identificar los sitios seguros son fundamentales.

“La familia completa debe conocer que no debe correr, conservar la calma y buscar las zonas seguras y estables, como debajo de una mesa con suficiente espacio para colocar el cuerpo en posición fetal sobre la parte izquierda de manera de proteger el corazón y las manos en la cabeza”.

Luego del movimiento se debe tratar de conseguir un lugar abierto y también seguro, si se vive en edificios no utilizar el ascensor y evaluar un lugar que, en caso de perder a los integrantes de la familia, todos puedan encontrarse en el mismo sitio.

Además, la profesora Ana Cecilia Reyes, destacó la importancia de conocer un teléfono de un familiar cercano o amigo con quién todos se comunicarán para hacerles saber que están bien.

Así mismo, se debe disponer de un morral que contenga alimentos no perecederos, agua, una linterna y un kit de primeros auxilios.

“Debemos estar consientes de que estos eventos pueden suceder en cualquier momento y estar preparados para responder de manera efectiva. Es una realidad con la que tenemos que aprender a vivir”.
Desde las instituciones también se puede comenzar a organizar planes preventivos, con cursos de capacitación de docentes, alumnos, ciudadanos y comunidades.

Fotos: Archivo

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