Por la puerta del sol – Pobre pueblo triste

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A lo largo de este tiempo de odios políticos hemos experimentado en carne propia lo que dijera don Rómulo Gallegos, que en esta patria caben holgadamente la hermosa vida como la muerte atroz.

En este país hasta los muertos lloran. Poco a poco en medio de tanta delincuencia, dela violencia y multiplicación de los muertos, de tanta injusticia e impunidad, venganzas y podredumbre política, se han ido haciendo añicos ilusiones, libertades y creencias atenazando el corazón y alma de los hijos de la patria de Bolívar.

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Hoy como ayer pienso en Venezuela a la que amo y he admirado, sintiendo a la vez inmensa gratitud y respeto hacia los héroes que la hicieron libre. Siento rabia hacia aquellos hijos que se ufanan de amarla pero les falta amor, voluntad y valentía para rescatarla de la crisis económica y política que la ahoga y sepulta sin piedad.

Es este el momento de la historia en el que en Venezuela se multiplican imparables las plagas y los males que le caen como bestias salvajes sobre presa en agonía. El hambre se ha sembrado como se ha sembrado la injusticia y la mentira. Todo escasea, ya no es buena la leche, la carestía la hace amarga, así como las caraotas del pobre que se han hecho inaccesibles, igual la harina, las sardinas etc. Es todo tan costoso que cualquier compra supera la limosna del sueldo de Juan Bimba del que se ufana el mandamás. El esqueleto del pobre pegado al espinazo ya no da espacio hacia dónde alargar la agonía de sus huesos y su hambre.

Son muchos los que han crecido y sufrido en este camino sin orillas, sin sombra para el que tiene que hacer colas infames por la compra limitada de un producto de mala calidad a precio alto. Se acaba la paciencia del pueblo que está llena de reclamos, de protestas, de iras, de grietas, de ojos cansados de madrugar para ver que llega o qué no llega al abasto o la farmacia. El pueblo se ha ido desperdigando por el mundo, quedando apenas el nudo débil de los que permanecen por la fuerza de quien no tiene otra opción que mantenerse en el filo del despeñadero, a falta de medios para buscar un horizonte mejor.

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Es triste pero es así: el campo está desolado, hasta los pájaros están cansados del paisaje sin siembras, sin agua ni vida. En estos eriales la luz del sol resplandece cegadora, quedando sobre el seco terreno expuestas a la luz pública solo la riqueza, la arrogancia y fanfarronerías de los políticos que manejan todo el dinero, que viven tranquilos,sin remordimientos, con comida a montón y de superior calidad, todo lo que al pueblo le niegan.

Acumulada en la memoria para dar un poco de sosiego al alma, la alegría pugna por salir de la nostalgia de aquellos días en que todos trabajábamos, éramos libres y felices, había comida, vida, paz, unión y también mucha abundancia.

Donde sembró sus raíces la esperanza todo está muerto; lo que fue ya no existe, fue arrasado y enterrado. ¿Qué se hicieron los labriegos que tanto amaban las siembras cuyo sueño era verlas crecer y obtener el beneficio que da el trabajo para la subsistencia?

La clave para volver a ser feliz es renunciar al miedo y remontar el vuelo,aunque sea Venezuela apenas una sombra de lo que fue. Aferrada a Dios está el alma de este pueblo que fue bravo, que aunque hoy vive la peor oscuridad, le espera un horizonte mejor en las próximas elecciones, en las que se producirá el anhelado cambio trayendo de regreso las luces del feliz pasado. Con el cambio la patria dejará de ser un pobre pueblo triste…

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