“Es el hombre civilizado el paladín de la destrucción. (…) De esta suerte practica el fraude contra las generaciones del porvenir” (José E. Rivera)
Selvas y selvas de concreto, verdores desaparecidos, aves que emigran, tala de bosques enteros, peces que mueren, emanaciones tóxicas hacia la atmósfera, venenos peligrosos lanzados a las aguas, quemas, guerras, científicos indiferentes, población indolente etc. etc. hemos ido acabando con el paraíso en el que Dios nos puso. De nada valdrán los lamentos cuando ya nada pueda hacerse por la madre natura y acaso ni Dios mismo pueda ni quiera salvarnos.
Aún en la etapa en que se encuentra, la madre natura se deleita manifestando su esplendor en cada uno de los rincones del mundo.
Si no fuera por la magistral labor que desempeña la atmósfera absorbiendo y dispersando las radiaciones cósmicas de los rayos X, ultravioleta y gamma, si no fuera por su labor de control que obstaculiza la entrada directa de estos rayos, sería mortal para la vida del planeta. Valioso es su trabajo al dejar pasar la luz visible del sol, luz con la que las plantas realizan la fotosíntesis que libera el oxígeno, proceso vital común a todos los seres vivos. Gracias a la energía del sol se produce la cadena alimenticia del ecosistema.
Todos los seres vivos dependemos de la luz solar para subsistir. Es un verdadero privilegio para nuestra madre tierra contar con agua en su superficie y tener la perfecta ubicación respecto al sol, gracias a esto el agua corre, hay vida.
A pesar de los daños recibidos de la mano de su peor depredador el hombre, natura reverdece hasta en un pequeño agujero en el que una florecita muestra sus gracias y belleza; aunque caído, viejo y carcomido, debajo del tronco luchan por vivir retoños de esperanza.
En la época en que el hombre no conocía las influencias y beneficios de su mundo, se entregaba a la contemplación y admiración de todo aquello, cuyos orígenes desconocía. Los más admirados del paisaje siempre han sido los árboles, lo oscuro del bosque y la selva invitan a meditar, excitan los sentimientos religiosos, señalados en monumentos pretéritos. El árbol fue considerado símbolo de bendición, de piedad, de cobijo, de paz.
El accionar ciego y egoísta del hombre de querer poner todo a su servicio, todo lo invade y lo destruye, lanza basuras donde se le ocurra, utiliza pesticidas, matamalezas y antibióticos convirtiendo en hostil el medio para muchas especies que cada día van desapareciendo. Aún en condiciones ambientales adversas la vida insiste, se manifiesta. Es interesante saber que a pesar de que el calentamiento global cada vez es más grave, aún en las condiciones más rudas e inhóspitas el milagro de la vida encuentra la manera de estar siempre presente. Todavía el corazón sagrado de nuestra tierra se mueve con un ritmo de esperanza, todavía llueve la gracia del cielo, fecunda la tierra, entre las ramas encantadas extasían los cantos del turpial, de la mirla y del jilguero, el cisne se desliza con elegancia cual góndola de plata sobre el agua mansa. Todavía hay vida.
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde dice el refrán. Amemos la naturaleza y defendámosla de los depredadores, de la misma manera con que defendemos con furor nuestra libertad del verdugo dictador. Cuidemos los árboles. “Algún día el árbol que tronchemos hoy, nos hará falta para tener sombra y respirar mañana” (Jefe de la tribu Suwamixh)
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