Planteamientos – La cultura de la sustentabilidad

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¿Teníamos que vivir de nuevo otra crisis para reflexionar acerca de sus causas y buscar salidas a la misma? La pregunta es obligada. Concita diferentes opiniones que van desde las más apegadas al sentido común hasta las que se fundamentan en argumentos de carácter científico, sin que ambas estén reñidas.

Cuestión de niveles de percepción y alcance del análisis. La racionalidad no está reñida con las emociones. O para decirlo de otra manera: la padecemos y la sentimos en carne propia una buena parte del país. Hay sectores beneficiados unos, otros que la ignoran. De la cultura del rentismo hablan algunos, de la sustentabilidad pocos.

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Usted puede ubicarse en un contexto eventual, cotidiano, el del “día a día” y corroborar, por ejemplo, como el desabastecimiento se mantiene y tiende a entronizarse. No porque con anterioridad no sucediese, pero en otra magnitud y extensión. Hoy supera desde hace rato los umbrales críticos y la diversidad de productos desaparecidos del mercado es impresionante. Ya no es lo que tenemos. Ahora es lo que hay. Antes, detrás de los mostradores en los exhibidores, vitrinas o anaqueles y en los portafolios de las empresas de bienes y servicios se percibían signos de una bonanza económica aparente. Hoy constatamos que es muy poco lo que realmente producimos para generar dólares no petroleros.

En sentido estricto, ni siquiera oro negro, tratándose de un recurso natural. El aprendizaje industrial se limitó en gran parte a extraerlo y venderlo. Con los ingresos tuvimos para comprarlo todo. Apenas llegamos al desempeño incipiente de una industria petroquímica. Hasta allí nos llevó el río, es decir, la metáfora del desarrollo “aguas abajo” que simbolizaba la amplia gama de oportunidades de producir derivados y la diversificación implícita de diversificar la economía, para hacer sustentable al país, no superó la visión rentística que ha acompañado el proyecto nacional con el cual cada gobierno, a su turno, ha ofrecido su propuesta electoral.

En un análisis coyuntural, para situarnos en un período más amplio, en lo que va del siglo XXI, el Estado Patrimonialista Venezolano, luego de sufrir la crisis de la coyuntura anterior por efectos de la misma enfermedad: el rentismo económico causado por el descenso de los precios petroleros, incluyendo unos primeros años de gobierno de inestabilidad política, volvió a resurgir de sus cenizas cual ave fénix. Por obra y gracia de factores localizados en el exterior, paradójicamente contamos una vez más, con recursos para superar la denominada “enfermedad holandesa, es decir, la incapacidad que muestran algunos países de no administrar los ingresos petroleros para conseguir un desarrollo sostenible. (Alude al estudio del caso de Holanda, generalizado luego como ejemplo en la literatura especializada, alrededor de los años sesenta, obviamente desconociendo lo ocurrido en Venezuela).

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La segunda mitad del siglo pasado presenciamos algo similar. Pese a las tempranas advertencias de pensadores como Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri. El rentismo está en el ADN de la vida institucional del país, desde la colonia pasando por la conformación como Estado- Nación, hasta hoy. Lamentablemente, tanto el discurso como la práctica gubernamental y empresarial ignoran que el Modelo de Desarrollo Humano se basa en la cultura de la sustentabilidad.

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