Planteamientos – Complejidad política

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Desde hace rato el pensamiento simplificador cedió lugar a otra perspectiva de análisis: la complejidad, sin la cual resulta muy difícil e insuficiente, primero, comprender los fenómenos y, segundo, buscar las respuestas acertadas para resolver los problemas. Lo que sigue son planteamientos que Edgar Morin expone en su texto: “Introducción al pensamiento complejo”. Válidas para la reflexión política.
Cuando se promueve una acción, al iniciarse su ejecución ya comienza a escapar a sus intenciones. Las interacciones que se generan con el entorno la condicionan y se apropian de ella, incluso resultando contraria a su propósito, con un efecto boomerang. Ello obliga a tratar de corregirla, estando a tiempo, y tal vez a torpedearla como hacen los responsables de la NASA cuando un misil se desvía de su trayectoria: disparan otro para hacerlo explotar.
La acción supone complejidad, es decir, elementos aleatorios, azar, iniciativas, decisión y conciencia de las derivas y las transformaciones. Desde un pensamiento simplificado las acciones programadas se desarrollan bajo un formato pero le resulta de mucho beneficio soportarse en un pensamiento de la complejidad. Este representa un desafío, sin embargo hace falta talento para que el error se vuelva fecundo.
Las organizaciones, dice el filósofo francés, y las sociedades -agregamos nosotros, por aquello de que vivimos en una sociedad organizacional-  conocen permanentemente crisis de diferentes tipos. Toda crisis es un incremento de las incertidumbres. La predicitibilidad disminuye. Los desórdenes se vuelven amenazadores. Los antagonismos inhiben a las complementariedades. Es necesario, a menudo, dejar a un lado las soluciones convencionales y operar con respuestas novedosas.
La tensión trágica que vivimos es una manera de pensar condenada a enfrentar las contradicciones sin poder terminar con ellas, es decir, superarlas sin negarlas, ubicándose en otro nivel. La complejidad no es una receta es un llamado a la civilización de las ideas. No sabemos, en el plano de las ideas, convivir verdaderamente. La idea de que estamos en la prehistoria del espíritu humano, en la era bárbara de las ideas no es fortuita.

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