Pensar – Ética y calidad educativa (2/2)

-

- Publicidad -

El discurso gerencial, como cualquier otro discurso no es neutro, responde a las características de donde emana este discurso, que no es otro que el de la empresa con fines de lucro. Al respecto Pérez Gómez (2000) señala:
“La traslación de los valores de los procesos a los productos, la primacía de los resultados observables, la separación de los medios y los fines así como la justificación ética de los medios en virtud del valor de los productos son, a mi modo de estudiar, las manifestaciones más evidentes y sutiles en la actualidad del principio de alineación humana. Este principio se aloja en la concepción instrumental de la vida del hombre y se refleja en el modelo tecnológico de intervención educativa, obsesionado por la eficiencia y la productividad observable y cuantificable”. (p 11)
Al decir de S Kemmis(1988): “Las escuelas, como instituciones, no sirven siempre y uniformemente a los valores educativos. Inescrutablemente, se ven obligadas a servir a otros valores que le son impuesto; por ejemplo, el valor de la eficiencia” (p.48).
Se pretende la búsqueda de una calidad que no se mide en el impacto social, en la pertinencia, en lo moral, sino que como bien claro lo definen los promotores del uso de estas categorías en las ciencias sociales, calidad es percibida como” la máxima satisfacción al cliente “. La gestión de la calidad no responde a un proyecto colectivo- nacional, sino a un estudio de mercadeo para saciar y si es necesario crear, a través de la manipulación, demandas nuevas en los llamados clientes. Así es lícito pensar en una gestión de calidad para satisfacer la demanda inducida de drogas, sexo, violencia, degradación ambiental, entre tantas otras depravaciones sociales.
López Rupérez (1994), en su obra La Gestión de Calidad en Educación, señala: “…aun cuando no es equivalente, ni puede serlo, aun marco científico, tiene en su favor la prueba de validez empírica otorgada por la utilización reiterada, a lo largo de más de dos décadas, en empresas exitosas”. Este autor nos deja aún más claro que estos conceptos administrativos no responden a la ciencia sino a la práctica mercantil, que lo que importan es resultados exitosos, a lo que preguntamos ¿qué es el éxito? A lo que seguramente más de un defensor de estos conceptos nos responderá, categóricamente, que es todo aquello que contiene calidad (mayor tautológica sería difícil).
El concepto de calidad, tanto en el proceso como en el resultado de las instituciones, es aparentemente indiscutible, pues a ningún necio se le ocurriría emprender una tarea y esfuerzo sin buscar calidad. Pero en realidad este concepto al igual que el de excelencia puede ocultarnos la intencionalidad de construir barreras desde la educación para crear clasificaciones entre buenos o malos alumnos, buenos o malos egresados, buenos o malos docentes, buenos o malas escuelas. Obviando el contexto de alumno-docente-escuela-comunidad, para cercenar el derecho de aquellos, que por la propia característica de su contexto, quizás están impedidos de entrar en los estandartes con los cuales se mide la calidad y la excelencia. De esta manera tendríamos una educación más excluyente, más llamada a la competencia, la intolerancia, al individuismo, negando el concepto natural de la educación como un proceso colectivo y social, donde lo funcional no solo es bueno para los parámetros de rentabilidad sino por su sentido ético, donde la eficiencia, la eficacia, no pueden sustituir al amor, la solidaridad, al compromiso con los otros seres humanos.

[email protected]

- Publicidad -

Pulsa aquí para apoyar la libertad de expresión en Venezuela. Tu donación servirá para fortalecer nuestra plataforma digital desde la redacción del Decano de la Prensa Nacional, y así permitir que sigamos adelante comprometidos con la información veraz, como ha sido nuestra bandera desde 1904.

¡Contamos contigo!

Apóyanos aquí

- Publicidad -

Más leido hoy

- Publicidad -

Debes leer

- Publicidad -
- Publicidad -