Normalmente para llegar a ser presidente de un país – y me atrevería a decir que para ser presidente de cualquier cosa – se necesitan algunas condiciones muy especiales más allá de liderazgo propio. Pero fundamentalmente hay que trabajarlo y trabajarlo duro, es decir bregarlo, inclusive cuando se llega por una vía no democrática. Y así ocurre en la inmensa mayoría de los casos. Pero, y siempre hay un pero, ocurren cosos especiales. Y a nosotros, los venezolanos, nos tocó en suerte uno de esos casos especiales. Alguien que nunca soñó ni pensó, ni luchó ni bregó y menos se preparó, de un dedazo en extremaunción, le dejaron, como herencia, la presidencia del país. Y allí comenzamos a padecer. No es que viniéramos bien, todo lo contrario, pero jamás pensamos que llegaríamos a esta situación que hoy padecemos.
En verdad denominar esto como gobierno es bien difícil. Más podríamos llamarlo apropiadamente desgobierno, disparate, locura. Los gobiernos normalmente son malos o menos malos, para buena parte de los gobernados. Y es así por cuanto es muy difícil complacer a todos. Mientras mejor es el gobierno desde el punto de vista de la ortodoxia de la teoría de gobernar, peor es catalogado por los gobernados. Es así. En cambio es bueno para los que están en el gobierno y especialmente los que están bien arriba en la pirámide gubernamental. Porque creen en ello, por afinidad ideológica o partidista, o porque se están llenando.
Pero aquí sucede otra excepción. Este inquilino de Miraflores, que de pasó no se sabe si realmente es inquilino de ese lugar ni oriundo de donde, definitivamente no cumple con ninguna, pero ninguna de las cualidades o requisitos para ser primer magistrado de un país, ni de nada. Esto lo concluimos no solo por sus ejecutorias, si alguna, ya que es público y notorio el deterioro total del país en todos los órdenes. No vale la pena señalarlo, todos, sin excepción, estamos de acuerdo en el inmenso error del difunto. Y es que en este sui géneris caso oposición y gobierno, amigos y enemigos ideológicos y políticos, nacionales y extranjeros, enchufados y no enchufados, tirios y troyanos, montescos y capuletos, comparten la opinión de que este señor no tiene ni la más remota idea del cargo que está ejerciendo, bueno eso de ejerciendo es un decir. No sé si él esta conteste de esto, supongo que no porque me la da la impresión que él cree que se la está comiendo, y es posible que sus adláteres, por intereses claro, le digan algo parecido. Pero según dicen se ríen, se burlan, están conscientes de la situación, la grave situación. Pero no consiguen la salida. Y parece que los otros tampoco. Alguien me comentaba que la IV fue tan buena que el país puede aguantar un pelín más esto y no desbarrancarse. Que así sea.
