Mientras la lucha por el poder continúa en pleno desarrollo, el país se mantiene a la deriva sin capacidad de superar el punto muerto al que ha llegado. Ningún sector tiene una correlación de fuerza claramente superior, ni entre el gobierno y la oposición, ni a lo interno de cada uno de estos. La fragmentación política se viene a sumar a la social. Venezuela se ha convertido en un archipiélago de intereses, llegando inclusive a exacerbarse a nivel individual el “sálvese quien pueda”.
Nada se vislumbra en el horizonte que termine de inclinar la balanza hacia algún sector. Muchos esperan una reacción popular ante la crisis económica inminente, otros apuestan por apaciguar la situación con más dinero, mientras hay quienes miran la ruta electoral como el mecanismo para seguir manteniendo el modus vivendi. A la par que esta lucha política transcurre lentamente, la calidad de vida del venezolano en general se deteriora a una velocidad desconcertante.
El pragmatismo de lo inmediato se ha apoderado de las élites del país, proteger sus intereses y los espacios que actualmente ocupan se ha convertido en su prioridad. Por muy precarios que estos sean, cada quien cuida sus espacios. Por otro lado, hay grupos marginados que intentan llegar al poder. Pero, independientemente de quien sea, algo parece faltarle a los liderazgos de hoy, algo que permita a todos mirar hacia un mismo objetivo final y trabajar por él, eso que llaman visión.
Tal vez hay quienes tengan esta visión, pero los tiempos que transcurren son tan turbios que hace falta una capacidad inusual para convencer sobre la real convicción que se tiene sobre esa visión que se dice defender. Para lograr esa capacidad de convencer, normalmente son las acciones que acompañan las palabras con las que se dibuja el futuro las que logran con más fuerza los cambios. Y estas acciones no son puntuales ni heroicas, normalmente son un conjunto de pequeños pasos que se van dando hasta llegar al final. El venezolano necesita hoy que le dibujen esa ruta, ese camino que se sabe será largo, pero que le dé la tranquilidad de transitar hacia un destino.
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