Carolina Jaimes Branger
El papá de un buen amigo fue un ilustre jurista. Un día, hace pocos años, mi amigo llegó a su casa y lo encontró fuera de sí. Había hecho una pira con sus libros de Derecho y estaba dispuesto a quemarlos. “Cálmate, papá”, le pidió él. “¡No me calmo!”, respondió airado. “No puedo calmarme. Ya yo no sé si esta “m” es un país, o si este país es una “m”…”
La historia no se me sale de la cabeza. Más después de la negativa “humanitaria” del Vicepresidente Maduro sobre la libertad de Iván Simonovis: «La ley tiene que caer con todo su peso sobre esos criminales»… «La impunidad deja la puerta abierta a la traición».
Recordé las palabras del abogado de las víctimas, Amado Molina, cuando conoció la sentencia: “Nos embarga una profunda tristeza que ciudadanos a los cuales el Estado venezolano les haya dado armas hayan disparado contra su propio pueblo, por participar en un plan que atentaba contra el hilo constitucional”.
¿No es el mismo Estado que le dio las armas a Hugo Chávez y a su combo cuando se sintieron empoderados para salir a matar gente con tal de darle el golpe a Carlos Andrés Pérez? ¿Cuál es la diferencia, que aquellos asesinos están hoy en el gobierno?… Supongamos que fuera verdad que Simonovis et al participaban en un golpe de estado, cosa que nunca fue probada pues el juicio estuvo plagado de irregularidades, ¿no fueron también golpes de estado las intentonas del 4F y del 27N?… Quizás la mayor diferencia radica en la falta absoluta de misericordia de quienes hoy tienen el poder. En 1994, el Presidente Caldera se acogió al clamor popular que pedía libertad para los golpistas.
El 11A hubo pistoleros en Puente Llaguno. Unos fueron condecorados, otros ocuparon cargos públicos… el caso es que ninguno está preso…
Aunque cuando me gradué de bachiller me llamaban la atención varias carreras, confieso que nunca consideré estudiar Derecho. Hoy me alegro de que hubiera sido así. No me gustaría haber sido abogado. Me sentiría deprimida, impotente, con ganas de quemar mis libros.
Hay un libro de Isaías Medina Felizola, “El hacedor de derecho”, que debería ser de lectura obligada no solo para los estudiantes de derecho del país, sino para todos. Concebido como “una serie de ccomentarios y reflexiones que pudieran ayudar a sus alumnos en el curso de su año académico”, terminó siendo una denuncia estupendamente bien documentada de las causas del mal funcionamiento de nuestro sistema judicial. Me imagino las antipatías que despierta y despertará en algunos sectores –no solo el gubernamental- y celebro que alguien haya tenido la lucidez, el valor de denunciar y la claridad de llamar las cosas por su nombre.
La Unidad III trata sobre “La manía oposicionista-excluyente”. Cito al Dr. Medina: “Es terriblemente dañina; ha logrado, en el campo del Derecho, sobre todo entre sus estudiantes, serias y profundas confusiones por esa obsesión de excluir conceptos, que sólo en apariencia pueden presentarse como opuestos, pero que en el fondo son perfectamente complementarios. Ese empeño de no conciliar, de no suplementar, así como de excluir, ha sido nefasto”.
Isaías Medina Felizola se declara a favor de lo conveniente que resulta sumar y multiplicar y no restar y dividir. Y añade: “Si algún profesional tiene esta obligación de sumar modelos, de unir conceptos y no de excluirlos y oponerlos innecesariamente -como vemos que se hace aquí cotidianamente (comentario mío)- ése es el abogado.
La política es una rueda. Quienes están arriba en algún momento estarán abajo… Máxime cuando quienes administran justicia están ¡uh, ah! dispuestos a cualquier cosa. Porque cualquier cosa significa “cualquier cosa”. Hasta a morderle la mano a quien les da de comer. Eso pasa cuando los principios se acomodan según la ocasión. Si yo fuera juez, no quisiera tener como juez a ninguno de los colegas que tantas veces me han hecho pensar como al jurista de quien hablo al comienzo de este artículo. “M” de “humanitario”. ¡“Humanitarios” de “m”!
@cjaimesb
