#opinion: Víctor Barranco Castillo: comuniacción y libertad por: Francisco Cañizales Verde

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Solo los hombres somos esclavos del olvido. La conocida sentencia que tortura y es torturadora, cuando se enseña con vidas que abren caminos a sus inquietudes y señalan rumbos al espíritu, afortunadamente, no tendrá connotaciones en esta luctuosa circunstancia. Nos congregamos bajo la impresión de un rito, turbados de angustia, sumidos en nostalgia y aflicción. Víctor Barranco Castillo, murió, dejando hondo vacio en nuestra memoria. Esa amistosa costumbre de recibir su apretón de mano cordial y el don de su caballerosa bonhomía, son expresiones imperecederas del trato común.
El hombre culmina su humana misión uniendo el ser al quehacer como la adaptación perfecta, Víctor descubrió con mucha sutileza en la comunicación, la adaptación que anhelaba en su mundo de relaciones y se hizo a la fuerza de vocación, gran señor de los medios audiovisuales, a través, de los cuales alcanzó renombre preclaro en aras de una profesión prez y blasón de su acción emprendedora.
Hizo su vida de logros y realizaciones promoviendo la palabra más allá de las usuales proporciones. En el trato ya demostraba su hombría de bien, entregado a una formal disposición de tolerancia, dotado de capacidad para la comprensión, se prendó del bien y se llenó del aprecio y de la estimación colectiva en un rasgo absoluto de benevolencia amiga.
Estas fueron sus paradigmáticas virtudes, los valores acrisolados de su descollante actuación en el mundo de la comunicación. Hoy recordamos y represamos en la memoria, aquellos simposium, donde tantas veces nos invitó, en cordial reunión de amigos, para hablar de todos los temas de la actualidad nacional y donde actuaba con inteligencia y acierto, como insustituible moderador, en temas agradables y abstractos y que con altiva independencia de criterio lo transformábamos, en disertación apropiada para el aprovechamiento cultural y cívico que el publico recibía con ánimo abierto a una autentica interacción con las manifestaciones creadoras del ingenio humano.
Hombre avezado al influjo creador de los medios audiovisuales y la labor que auspicia el periodismo en aras de la libre expresión del pensamiento. Su don de comunicador no se agotó jamás en su voluntad emprendedora, como periodismo queda ese diáfano testimonio de Prensa Libre. Logro de buen gusto literario y disposición para hacer del periodismo tribuna indeclinable en la defensa del derecho, la justicia y la libertad.
El periodismo fue también, tribuna y vocero de la idea transformada en mensaje, promovió lejos la palabra, que labró destino, bienestar y convivencia colectiva. Con diafanidad comprendía Victor, que el periodismo de hoy, debe tener como finalidad suprema, garantizar una contribución concreta al desarrollo y a la afirmación de la democracia en Venezuela. Sostener como norma de su misión institucional la apreciación objetiva de los hechos, de tal forma, que su acción civilizadora sea una consecuencia de esos mismos hechos decantados, apreciados por la inteligencia y valorados por un conceptuoso juicio crítico. Si la libertad de pensamiento, como garantía de información, el otro factor que interviene en la problemática.
Venezuela vive una etapa promisora de su destino democrático, que requiere de un nuevo estilo periodístico al servicio del pueblo y de la estabilidad institucional, capaz de crear en la colectividad, por su mensaje cultural y cívico, la conciencia de su fuerza y su cooperación de factores en alianza, la posibilidad de un Diario-Masa, que eleve y proyecte a mayor ámbito el propósito de informar la controversia social del tiempo que actualmente transitamos.
El periódico es una obra de creación del progreso colectivo, de la inteligencia del hombre, como toda la historia de la humanidad es obra del pueblo. El periodismo en su mayor proporción, capta y refleja la sensibilidad actual, en sus múltiples manifestaciones. Es verdad, como se le dice con exactitud:  la dimensión espiritual de un pueblo.
En ese monumento del nacimiento de las letras castellanas, que Jorge Manrique escribió a la memoria de su padre, en escena dominada por lirica emoción llega la muerte, diciendo: Buen Caballero. En el trance solemne, la tiniebla que no perdona, también se dirigió a Víctor, conminándolo con su exordio fatal: Buen Caballero, abandona este mundo y su halago. Sic tibi terra levis!

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