Para recordar: “…Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes…” (Daniel 2:20,21)
Faltaban algunas horas para que diera el resultado de las elecciones presidenciales del 14 de abril y en realidad quisimos escribir las penúltimas palabras de este artículo, antes de conocer el nombre del electo presidente de la República, para que nuestro título fuera dirigido a cualquier gobernante.
Pareciera que cuando alguien está dirigiendo una nación y nos simpatiza, pero lo hace mal o muy mal, decimos: “El está ahí, porque Dios pone y quita reyes”. Sí, tienen razón. Sin embargo, cuando ese gobernante por cualquier motivo que no fuera la fuerza (enfermedad, muerte, corrupción y/o fraude) es quitado, los que decían tal frase que Dios “quita reyes y pone reyes” tienden a esconderse.
En tal sentido, el profeta Daniel dialogó con Nabucodonosor, rey de Babilonia (año 606 a.C.) y dijo: “Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.” (Daniel 2:20, 21).
En ese orden, sobre los gobiernos presumidos y/o altivos, E. de White señaló: “En la historia de las naciones, el que estudia la Palabra de Dios puede contemplar el cumplimiento literal de la profecía divina. Babilonia, al fin quebrantada, desapareció porque en tiempos de prosperidad, sus gobernantes se habían considerado independientes de Dios y habían atribuido la gloria de su reino a las hazañas humanas… Los reinos que siguieron fueron aún más viles y corruptos; y se fueron hundiendo cada vez más en su falta de valor moral”.
Y agrega: “El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso que hace de este poder tal gobernante, depende su éxito… Reconocer el desarrollo de estos principios en la manifestación del poder de aquel “que quita reyes, y pone reyes”, es comprender la filosofía de la historia” (Profetas y Reyes, págs. 363-368).
Al parecer sentirse independientes de Dios, sin sus principios, lleva a los gobernantes a ser viles y corruptos, y como se menciona en uno de los párrafos: Se van “hundiendo cada vez más en su falta de valor moral”.
Es lastimero que algunos que estudian la Biblia, no entiendan que durante más 4.000 años de historia, del pueblo de Israel, pasaron diferentes gobiernos y a casi todos esos profetas les tocó denunciar “a voz en cuello” la corrupción, idolatría, inmoralidad, anarquía, falta de espiritualidad, opresión, y muchísimos pecados más. No lo hacían por mandato propio, lo hacían porque Dios los escogía y les informaba qué profetizar, para anunciarles del juicio que se les venía encima. Eso ocurría tanto para los israelitas, como para otras naciones.
Por cierto, que a Jesús, el Hijo de Dios, le tocó nacer y vivir en uno de los más cruentos gobiernos de ese tiempo: El Imperio Romano. Sino fue el peor, por lo menos duró unos 476 años mal gobernando en el planeta (participó en la división de la historia, a.C. y d.C.). Ese mismo gobierno, luego se dividió en las naciones bárbaras, a su vez se convirtieron en la Europa que hoy conocemos.
Es cierto que, cuando Jesús vino a esta tierra no se metió en asuntos político, porque no vino para eso; Él tenía la misión de salvar a la humanidad del pecado y aunque nos dio ejemplo en todo, le correspondió al Maestro decir: “… al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Lo dijo pensando en los desvalidos, oprimidos, atropellados ciudadanos, de aquellos y todos los tiempos.
Incluso, el apóstol (judío-romano) Pablo, antes Saulo de Tarso, a quien el Señor le pidió que no persiguiera más cristianos, y ahora convertido en uno de ellos, fue llevado a diferentes estrados a denunciar el desconocimiento divino y la ausencia práctica de la Ley de Dios, y por ello, se pudiera justificar la actuación de los profetas y el apóstol.
Entonces, debería quedar claro que todo el que gobierna, alejado de los Diez Mandamientos de Dios y se independiza del Todopoderoso, tarde o temprano, se cumplen las palabras que: Dios “pone y quita reyes”.
