#opinion: Sobre el beisbol y la polarización de los venezolanos por: Pedro D. Tua

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Ha terminando la temporada de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) 2012-2013, el resultado es harto conocido; el equipo Navegantes del Magallanes, el más antiguo del país, con 95 años de fundado, logró su titulo número 11. Pero mi comentario ahora trasciende al hecho deportivo.
Días antes del juego final, el ánimo entre los fanáticos de ambos equipos estaba caldeado, tanto  en Valencia como en  Barquisimeto, incluso en el campo de juego hubo escaramuzas donde los mismo jugadores fueron los principales protagonistas, quizás alentados por actitudes, no diría antideportivas, sino propias de un deporte llano y popular como el beisbol. Dicha situación fue un efecto dominó cuyo colofón alcanzó la noche del miércoles 30 de Enero cuando se jugaba el partido final del campeonato en Valencia.
Los fanáticos de ambos equipos protagonizaron esa noche una guerra a través de las redes sociales, muchas de las cuales emergieron de las profundidades cavernosas del ciberespacio trascendiendo a las relaciones personales entre familiares, amigos y vecinos donde dimes y diretes sobre los resultados, los equipos y sus dirigentes, iban y venían. Yo mismo me propuse a llevar a cabo un  pequeño experimento a través de dichas redes sociales, y el resultado se me dibuja preocupante, pues el grado de intolerancia y agresividad llevó incluso a muchas personas a proferir insultos clasistas y excluyentes.
Esa conducta de los venezolanos hoy en día es muy común en casi todos los temas que se debaten en la opinión pública y que dinamizan la vida nacional, muchos hablan de la politización de la conducta de los ciudadanos. Particularmente sostengo es una consecuencia del grado de polarización y del discurso embriagador que desde los más altos estratos del poder se ha utilizado todos estos años como un instrumento político que busca un objetico especifico.
Y es que los venezolanos nos hemos acostumbrados a vivir en un clima de intolerancia y de irritabilidad por casi todos los temas de la vida nacional: la política, la religión, la economía, la seguridad ciudadana y el deporte. Es común ver a personas discutiendo en un banco, en la cola del supermercado o en las calles, incluso solo al escuchar a alguien emitir una opinión contraria sobre un tema. Esa actitud que llamaría divisionista no es casual, es producto de un proceso el cual se ha aplicado como una política de Estado.
Cuando se escucha por ejemplo a los más altos jerarcas del gobierno proferir insultos e improperios contra todos aquellos que difieran de sus ideas, es un modo de indicar que esa opinión adversa debe ser aplastada, suprimida y eliminada, y si los dirigente del gobierno “de todos los venezolanos” lo hacen ¿por qué no lo han de hacer los ciudadanos de a pie? Es la enseñanza que se ha dado a seguidores y adversarios de este régimen autoritario.
Y como era inevitable entrar al debate político, tan azaroso desde hace muchos años en este país, haré lo propio. Podría decir que nuestra sociedad está enferma, embriagada de resentimiento  y odio, el cual peligrosamente ha sido sembrado, por unos sociópatas,  en el subconsciente colectivo a través de un discurso violento, pendenciero y altamente divisionista. Una muestra de ello es la segregación política a la cual somos sometidos diariamente millones de venezolanos al ser apartados, con un país paralelo, lo cual traerá duras consecuencias. Pareciera que dos países y dos realidades distintas buscan re-acomodo dentro de un mismo territorio y uno de ellos se encuentra totalmente desprotegido y humillado ante el adversario, quien maneja al poder de forma absoluta. Siempre he considerado una estrategia errada en función de gobierno el tratar de aniquilar y exponer en tribuna pública al adversario que en materia política no sucumbe fácilmente, pues la historia no olvida. Hoy no pareciera que seamos todos venezolanos, somos opositores unos y chavitas otros, ricos y pobres, blancos y negros y lamentablemente la final de la LVBP 2012-2013 me lo echó en cara.
Pedro D. Túa

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