#Opinión: ¡Qué cuaresma! Por: Lenin Valero

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Nos sentimos afligidos. Es una verdad que no podemos ocultar. Entendemos que no puede haber cristiano sin esperanza, sin sentir la felicidad de la vida eterna y por lo tanto ha de ser eterna la felicidad. Debemos ser alegres, entusiastas y optimistas, porque si tenemos a Dios, nada nos falta. Lo que nos preocupa es que no sabemos o no entendemos lo que Dios desea de nosotros. Y hemos entrado ahora a la cuaresma sin saber qué hacer o para dónde vamos. ¡Dios mío! ¿Qué deseas de nosotros, Señor?
El Santo Padre, Benedicto XVI, nos sorprendió con su renuncia al papado. En un inesperado momento, dijo: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. Horas más tarde, coincidencialmente, un rayo cayó sobre la Basílica de San Pedro. No podemos olvidar que la fuerza de Dios se manifiesta mejor en la flaqueza humana, en la humildad del hombre, tal como actuó Benedicto XVI, que conoce al Hijo de Dios: al Dios mismo, tanto como San Pablo, sin ellos haberlo visto.
Se espera que Benedicto XVI, antes de abandonar el Vaticano el 28 de este mes, le hable al mundo, tal como Pablo lo hizo en carta dirigida a los corintios, quienes sufrían problemas de convivencia y la tentación constante de dejarse arrastrar por las costumbres de una sociedad decadente y bastante corrompida, frágil frente al mal. Tengamos fe, porque la real fuerza de Benedicto XVI es la palabra de Dios y no hay duda de que esta cuaresma le permitirá a su Santidad, dejarnos el mensaje que Dios desea que el mundo escuche. Oremos por el Papa, oremos por nosotros, oremos por la humanidad, porque Dios desea algo de nosotros.
Ahora que entramos en cuaresma, es verdad que estamos afligidos, pero no es tiempo para entristecernos, sino más bien para meditar, para el recogimiento y para la conversión. Es el momento oportuno para apreciar la cruz de Jesús de Nazaret y para aprender también nosotros a tomar nuestra cruz con alegría, para alcanzar la gloria de la resurrección; pero sobre todo, la Iglesia nos invita a vivir la cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y asumiendo actitudes cristianas que nos ayuden a parecernos más a Jesucristo. La cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna.
Los venezolanos sentimos un gran dolor en el corazón. Muchos de nuestros jóvenes han muerto en las calles por la acción del hampa, las cárceles están saturadas de delincuentes, los barrios están bajo el control de las bandas delictivas, la violencia se apoderó del país. El Presidente de la República está enfermo e imposibilitado de ejercer sus funciones. La justicia no acierta, vacila y se hace genuflexa frente al poder, el desempleo crece desmesuradamente, la actividad productiva se vino al suelo, hay dolor en las familias de los presos políticos y de los exiliados, el país está totalmente endeudado, sus reservas internacionales van en caída libre, nadie ha podido detener la fuga de capitales, nuestra moneda fuerte, ya no lo es, la inflación asfixia, ahoga el salario de los trabajadores, la búsqueda del dinero fácil, amenaza nuestra honestidad y la entrega de nuestro destino a los intereses de otra nación, ha puesto en entredicho nuestra dignidad y nuestro orgullo de ser venezolanos. Aprovechemos estos días para reflexionar, porque tal vez Dios espera de nosotros lo que todavía no hemos hecho.

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