#opinion: Planteamientos – El vértigo de la hipermodernidad por: Alexis J. Guerra C.

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Quien ande en la búsqueda de signos  que de alguna manera puedan dispensarle certeza en la época que vivimos, caracterizada por la incertidumbre a todos los niveles, puede perfectamente detenerse en el análisis de la información proveniente, por ejemplo, de la PrimeraJornada del Congreso Mundial de Móviles, realizada en Barcelona, España, evento que recién acaba de concluir.
La exhibición que mostraron las principales empresas mundiales fabricantes de teléfono celulares no deja lugar a dudas en cuanto a la acentuación del vértigo y de la velocidad como símbolo de la denominada hipermodernidad, en tanto fase actual de la era moderna perfilada por los efectos de la revolución microelectrónica y el desarrollo impresionante de la tecnología.
La tendencia de las principales compañías transnacionales que acudieron a dicha cita internacional, representadas por Sony, LG, Nokia y ZTE, apunta a la puesta en el mercado, en los próximos meses, de equipos telefónicos más potentes y rápidos que la generación actual, incluso que por su tamaño son muy parecidos a las llamadas tabletas, como es el caso de la empresa taiwanesa Asus y su modelo PadFoneInfinity, y el Fonepad, de siete pulgadas, equivalente a un teléfono, según reseña de la Agencia de noticias EFE.
Ese énfasis tecnológico en la velocidad y rapidez de la información es parte del debate que se libra en los círculos académicos e intelectuales alrededor de la inquietud por la edificación de una civilización, de una sociedad, cuya acumulación de información se está haciendo a un ritmo e intensidad tal, que efectivamente parecieseque el tiempo es incontrolable; no alcanza para nada; y nos invade el miedo. Por lo tanto, en el plano filosófico, se considera necesario colocar en la discusión las consecuencias que de ello se derivan, en comparación con lo que significa vivir la lentitud.
Lo paradójico de hoy es que si bien el miedo de antes, en otras épocas, se alimentó de la falta de información o de la lentitud con la cual ésta se producía, actualmente lo hace por la superabundancia y, lo más impactante: la rapidez con la cual se genera y circula. En otras palabras, el tiempo de la Red es instantáneo, según lo advierte Jordi Soler; de allí la sensación de que las 24 horas del día son insuficientes y el consiguiente estrés que nos genera, ante lo cual, plantea “bajarse de la vida veloz y abrazar la vida lenta; practicar una arqueología interior en busca de astillas y fragmentos que nos conduzcan hasta un descubrimiento crucial que termine reorientándonos la vida”.
Pareciese entonces que, y esto lo corrobora en parte la milenaria cultura oriental, el espacio apropiado para defenderse de esa vertiginosidad y rapidez con la cual nos atropellan los eventos y sucesos, convertidos en información proveniente del mundo exterior, es precisamente el mundo interior, en tanto opción para guarecerse del vendaval de noticias, generalmente banales con las cuales nos inundan muchos medios de comunicación y que amenaza con ahogarnos. Se impondría, a manera de paraguas, utilizar los filtros que nos proporciona el libre albedrío tecnológico, para tratar de restablecer el equilibrio adecuado antes que la adicción nos consuma. Es tal el nivel de angustia, que se ofrecen cursos intensivos para aprender a gerenciar el tiempo. El conocimiento en píldoras.
Carl Honoré, en “Elogio de la lentitud: un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad” (2005), se une a la pléyade de autores que se inscriben en la reflexión comentada. No obstante, sus propuestas para contrarrestar ese vértigo de la sociedad contemporánea no van por la vía del retorno al pasado nostálgico, ni de las incursiones directas en las ideologías orientales, sino que provienen de las propias entrañas del monstruo: la sociedad consumista, es decir, sin renunciar a las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías, incluyendo celulares y correos electrónicos.En la línea de trabajo y de denuncias formuladas por intelectuales y movimientos que abrazan la filosofía de la lentitud. Que ya lo decía, premonitoriamente, en 1995,  MilanKundera, en su novela “La lentitud”: ¡Con tanta prisa, se nos está olvidando vivir ¡

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