#Opinión: Perfumado Edén es la esperanza Por: Amanda N. de Victoria

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Por la puerta del sol

Preferible es vivir lleno de esperanzas que vacío.
En este tiempo de incertidumbres no es fácil colocarse en la excepción, singularidad donde también todo llega y se va como  agua entre los dedos. La esperanza se vuelve obligatorio ejercicio contra lo adverso, que en ocasiones es más fuerte que las fuerzas del mismo corazón.
Crecemos en la medida en que vamos liberando la energía interior. Libertad y amor son parte esencial de la vida. Amar y ser libre es como la sangre en el cuerpo que circula imparable hasta la muerte; son necesidades que brotan del interior como expresión fecunda y profunda del ser humano. Amor y libertad son parte importante del reto que a lo largo de la vida tenemos que afrontar.
Hemos aprendido a remar en lo desconocido yendo y viniendo en campos de rutina, cargando cual cruz hastíos y agrados. En la viña del Señor hay de todo para todos. Unas cosas logramos, otras no; hoy somos lo que ayer no  fuimos ni seremos mañana.
Al mirarnos en el espejo, cada día recibimos un sinfín de mensajes que si no tomamos en cuenta, sufriremos. “Seguimos de pie por latido, por costumbre, por no abrir la ventana decisiva y mirar de una vez a la insolente muerte, esa mansa dueña de la espera”… (Benedetti)
Somos como el amor que llega, deja su marca y desaparece en su confuso laberinto. Somos pura contradicción: hoy un te quiero y mañana un te detesto, somos la fragancia indecisa de una melodía olvidada, una nota que florece en las glorias del vacío, somos nada y somos todo, un olor que se va sin nombre, el embeleso de un momento, una herida que deja cicatrices, viajeros que van marcando sus propias travesías. Esa es la vida, vamos y venimos sacudidos por las ráfagas de las circunstancias que se empeñan en zumbarnos en los negros abismos de la desesperanza.
En este ir y venir de sentimientos, el amor y la esperanza son las notas que vuelven melodía la existencia, bienaventuranzas que  a veces no se disfrutan y quedan es suspenso, guardadas al final en un cofre de cenizas que con el tiempo se adhieren al limo de la tierra llevadas por el viento. Polvo somos y al polvo volveremos; esa es nuestra realidad.
Todos estamos sometidos a pruebas que en ocasiones nos derrumban. Primavera y desierto son maestros en el arte de enseñarnos que sin invierno no habría primavera y sin desiertos no serían necesarios los oasis. A pesar de los momentos difíciles: “Aunque muy larga sea la tormenta –dice Khalil Gibrán- el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.
¿De qué sirve querer vivir por siempre si desperdiciamos los mejores años que pronto se van para nunca volver?
¿De qué sirve aferrarse al mundo si un día el vacío ocupará el espacio de ese sueño que fuimos?
¿De qué sirve decir que aprendemos, si no vemos la liturgia que entrega al cielo cada día, la voz ronca de los mares?
¿De qué sirve suplicar al cielo si no hemos vencido la costumbre de creer en la magia antes que en Dios?
¿De qué sirve huir de las preocupaciones si la falta de confianza  sobrepuja a la esperanza?
¿De qué sirve correr tanto si la prisa nos hace perder la paz interna, los brillos de la vida y sus encantos?
¿De qué sirve saber tanto si lo que hemos aprendido lo llevamos a la tumba sin haberlo compartido?
¿De qué sirve amar tanto si en algún momento como una margarita se deshoja la lindura del querer?
¿De qué sirve que luchemos hasta caer rendidos si no vemos la flor de la esperanza que el cielo en bandeja de oro nos entrega cada amanecer?
La esperanza es la gran reanimadora del espíritu, segura tranquilizadora en momentos de tristeza, de duda, vacíos e impaciencias. En este valle de pasiones todo es una aspiración; el hombre ve la gloria que aspira conquistar  aferrado a la antorcha de su fe.
Cuando algo se desea intensamente las horas se hacen lentas en el indicador desigual y disparejo del alma. La vida es ese manantial que se muestra constante y firme, pero que está lleno de desconfianzas que todo lo deshacen en la mismísima orilla del milagro. La duda es esa labor ingrata que en lugar de iluminarnos nos envuelve en perenne oscuridad.
“Si se muere la fe, si huye la calma, si solo abrojos nuestra planta pisa, lancemos a la faz la tempestad del alma un relámpago triste: la sonrisa. En este mundo aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas” (Juan de Dios Peza)
Mañana es día de elecciones. Que Dios nos ilumine.

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