#Opinión: Pérez Bonalde, patria y exilio Por: Francisco Cañizález Verde

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Al revisar el calendario correspondiente al mes de enero, observamos no sin asombro, que el día 30 de dicho mes, un 30 de enero de 1.846, nació en La Guaira, el famoso poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, autor del conocido poema Vuelta a la Patria, de connotada significación en nuestra historia literaria, pues con ese hermoso canto del destierro, encontramos los primeros signos del modernismo literario en la poesía venezolana. Se menciona como notoria circunstancia, después de Andrés Bello, será Pérez Bonalde, el poeta más culto y cosmopolita que descuella en nuestra literatura.
Procede de un hogar humilde y por obra de la fatalidad y vicisitudes, a raíz de la Guerra Federal, sus padres emigran a Puerto Rico, suceso que marca la línea de sus primeros viajes y exilios. Asimila con prontitud la cultura y formación que reciben en la caribeña Borinquen, siguiendo igual destino discernido al doctor José María Vargas, sabio y reformador de la universidad republicana.
Hacia el año de 1.864, Pérez Bonalde se residencia en Caracas y su quehacer lo dedica al arte, es ducho en clases de piano, desempeña pequeños cargos públicos y publica artículos de opinión, en la prensa liberal de entonces. Una sátira que se las trae, suscitó el encono del Presidente Antonio Guzmán Blanco, quien por obra de su encabritado cesarismo, lo condena a sufrir un nuevo exilio. Va a Nueva York y allí trabaja en la casa Lanmar y Kemp Barclay, productora de perfumes y en la década siguiente, emprende viajes alrededor de Sur América, Europa y el Medio Oriente. Este intercambio le permite ampliar y perfeccionar su conocimiento de varias lenguas y obtenido el dominio del inglés y del alemán, inicia traducciones en estos idiomas. Asi parecen en alemán el Cancionero de Heinrich Heine. Publica al perfecto español “El Cuervo” del bardo americano Edgar Allan Poe. Traduce, también, altos poetas de la calidad de Saint Víctor, su “Venus Victrix” y del notable poeta inglés, Shakespeare, Tres Sonetos. Cierra este representativo conjunto con una biografía de Wagner.
De su obra original, que lo señala como uno de los iniciadores del modernismo del Siglo XIX, la pieza clave en nuestra lírica, su libro “Estrofas” donde incluye “Vuelta a la Patria” el canto del destierro. Es de su más conocida producción, “Canto al Niágara”, canto a una naturaleza poderosa y a ilusiones sublimes que prologa José Martí, padre del modernismo y Libertador de Cuba.
En diversos homenajes y panegíricos del mejor gusto que le han tributado los escritores venezolanos, la critica con diáfano criterio ha revalorizado su poesía, donde “Flor” “Primavera”, “Vuelta a la Patria” y el “Canto al Niagra”, figuran como grandes momentos de la lírica venezolana de todos los tiempos. Un ensayista y crítico de la calidad de Picón Salas, enfatiza con sólido criterio: Pérez Bonalde: traductor de Poe y de Heine, viajero y estudioso cosmopolita trae a nuestra poesía un alto romanticismo depurado, en lo mejor de la poesía inglesa y alemana. Será, sin duda, el más atildado de nuestros líricos, en el Siglo XIX.
Su contemporáneo Rufino Blanco Fombona, el Cid Campeador del Modernismo, tiene este collar de gemas, como laude exquisito de Vuelta a la Patria: este canto corona del poeta, la caricia más tierna de la Musa, es doloroso como una lágrima, blando como un suspiro de amor, fragante como seno de virgen, azul como cinta de cielo.
En su época, Pérez Bonalde participa activamente de aquel ambiente estremecido, donde los partidos se citan a sin igual contienda, donde él como liberal es un osado defensor de la libertad y hace febril oposición a la dictadura guzmancista. Por estas descollantes escenas se le llama poeta del destierro, porque padeció con altivez y frenesí, las tropelías y persecuciones del césar criollo Antonio Guzmán Blanco, quien para desmedro de quienes le hacían fogosa oposición, había dividido sus escalas de gobierno, en periodos bien delimitados del septenio, quinquenio y bienio y buscaba permanecer siempre asido al gobierno por la coyunda de su mando imperial y hegemónico.
Cualquier similitud de fines y propósitos, podemos encontrar entre ésta hegemonía y otra levantisca en los días que transitamos, en la inclemencia de un régimen, que caracterizan los sociólogos, como exaltación de las clases ineducadas al poder político. Han transcurrido 166 años del último exilio del bardo famoso de Vuelta a la Patria y este régimen anclado en el tiempo es un vivo reservorio en la aplicación de penas como exilio, la usurpación de funciones públicas y su incesante violación de la Constitución, son una demostración, de su caducidad y prescripción de actuaciones, que no tienen base en la democracia, único sistema político susceptible de absoluta libertad.

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