#Opinión: Gigantesco egoísmo Por: Eduardo Iván González González

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Ventana abierta

Para recordar: “…dice el Eterno Todopoderoso: Por cuanto mi casa está en ruinas, y cada uno de vosotros se apresura a edificar sólo su propia casa. Por eso el cielo detuvo de vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.” (Ageo 1:9,10)

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No es tan fácil hablar del egoísmo, porque nacemos con ese mal y es difícil hablar de nuestros defectos. Pero a medida que crecemos debemos modificar dicha conducta.

Otra desventaja es que en la Biblia no aparece el término egoísmo, aunque sí sus consecuencias. Y la palabra egoísta, aparece una sola vez en la Sagrada Escritura (ver: Salmo 119:36).

Según sinónimos encontrados, una persona egoísta es: Ególatra, individualista, materialista, narcisista, egocéntrica, ingrata, ambiciosa, codiciosa, envidiosa, avara, miserable, aislada.

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Compartir es algo contrario al egoísmo y nos satisface desprendernos de algunas cosas materiales para ayudar a otros (pudiéramos decirlo por los filántropos).

Por ejemplo, cuando adultos podemos adquirir un vehículo, y eso no significa que dicho carro le pertenezca al vecindario; lo que significa es que si un vecino, un hermano necesita ayuda con nuestro automóvil y hacemos lo imposible por realizar el favor, estaríamos compartiendo.

Indagando en Internet, nos topamos con el interesante cuento publicado en 1888, por el poeta, escritor y dramaturgo, britránico–irlandés, Oscar Wilde, titulado: “El gigante egoísta”, quien teniendo un bello jardín, cometió el error de no compartirlo con unos niños y su jardín se entristeció.

Pero, al darse cuenta de su equivocación, permitió el retorno de los niños y la alegría y la primavera reverdecieron la plantación; la nieve y la lobreguez desaparecieron. Entre los niños estaba alguien que años más tarde se convirtiera en el Salvador del mundo, quien exaltó la conducta transformada del gigante. Cuando éste último le preguntó el nombre, le contestó que se llamaba Jesús y mostrándole sus cicatrices le ofreció que estaría en su propio jardín: El paraíso.

En la página web, suit101.net, definen el egoísmo como: “Una preocupación excesiva de las propias necesidades sin tener en cuenta a los demás…”. Y agregan que los egoístas ignoran el principio de reciprocidad; tienen actitud depredadora; sus intereses están por encima de los demás mortales.

Lamentablemente, en Venezuela observamos un gigantesco egoísmo. Y, numerosas personas, cristianas o no, piensan con el estómago; quizá por el hambre o la ambición; proyectan en acomodarse ellos; en sobrevivir (aunque sea a costa de otros) o del propio país ¡Qué lástima! ¡Qué triste! Que algunos, en estos últimos años, a pesar de ver los resultados de un falso compartir de nuestros bienes, continúan pensando en ellos mismos, sin importarles medio país. Y lo más triste: ¡Así no éramos los venezolanos!

Nuestro verso para recordar, presenta el caso cuando el pueblo de Israel había descuidado la casa de Dios, por estar construyendo sus propias casas, por el “bendito” egoísmo (según Ageo 1:9,10). Y lo que nos llama la atención es que el Eterno objetó el descuido de su templo. Por esa actitud, les previno que iba a dejar de llover y con ello llegaría el hambre. Es decir, a Dios no se le escapa nada. Pero así como el “gigante egoísta” se transformó, el Padre Celestial, Jesucristo y el Espíritu Santo esperan que cambiemos, porque nuestra inclinación egoísta pudiera acarrear graves males, que el Todopoderoso sabe permitir para tratar de erradicar los pecados que tenemos.

En tal contexto, White, E. afirma que nadie puede explicar el por qué de la aparición del pecado, pero sí asegura: “El pecado tuvo su origen en el egoísmo y del primero de quien se apoderó fue de Satanás en el cielo” (Deseado de Todas las Gentes, p.13).

Algunos judíos egoístas, de la época de Jesús, no quisieron reconocerlo como Maestro y Salvador. Tal vez por ello, Él les dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). En cambio, según el cuento, eso fue lo que salvó al gigante egoísta, quien conoció a Jesús, transformó su vida y Cristo le ofreció no solo el paraíso, sino el perdón de sus pecados y de los nuestros.

¡Todavía estamos a tiempo de rectificar! y quitar nuestro gigantesco egoísmo para pensar en el prójimo, pensar en Venezuela, pensar en nuestra salvación.

www.ventanabiertalmundo.jimdo.com

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