#Opinión: FRUTO VIVAS Por: Claudio Beuvrin

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LA CIUDAD COMO TEMA

Fruto Vivas nace en 1928 en un rincón del Paramo de La Negra, en el Táchira, tan humilde que se le identificaba sólo como “la curva del Callejón del Verde”. Ese origen humilde no le impidió convertirse en uno de los arquitectos venezolanos más reconocidos nacional e internacionalmente. Ha sido toda su vida un apasionado de la investigación y producción arquitectónica y un luchador por un mundo mejor y más justo. En los años sesenta participó en la lucha armada como militante del PCV y hoy se esfuerza por orientar al gobierno de Hugo Chávez en materia de vivienda y urbanismo, manteniendo una distancia crítica de los desafueros que se están cometiendo.
Mucho antes de graduarse ya tenía obra que mostrar: tenía solo 17 años cuando diseñó el Circo Monumental de Venezuela, años más tarde diseñó el Club Táchira, en Caracas, donde además trabaja con Eduardo Torroja para el desarrollo de la delgada membrana del techo del Club, su primera experiencia en el uso de materiales al límite. En el año de su graduación realiza el proyecto del Hotel Moruco, seguramente una obra que muchos lectores han admirado en sus viajes vacacionales a Santo Domingo, en el camino a Mérida.
Ya graduado, sigue enfrentando retos siendo uno de los iniciadores en Venezuela del diseño sustentable, desarrolla el concepto de “arboles para vivir” y de “arquitectura de masas”, reivindica el uso del bahareque para la vivienda popular y desarrolla sistemas de prefabricación metálica ligera, entre otras cosas.
Ha trabajado junto con arquitectos e ingenieros de extraordinaria trayectoria mundial, como lo fue Eduardo Torroja (España), Oscar Niemayer (Brasil) y Otto Frei (Alemania). Consecuente con sus convicciones, entre 1966 y 1968 trabaja en Cuba en obras, proyectos e investigaciones relacionadas con las necesidades de vivienda e infraestructura haciendo énfasis en el uso apropiado de los recursos locales disponibles: arcilla, bagazo de caña y materiales reciclables.
De regreso en Venezuela desarrolla una vorágine de proyectos y obras tanto en Venezuela como en el exterior. Uno de sus trabajos más conocidos fue el Pabellón de Venezuela para la Exposición Universal de Hannover 2000, obra que resultó ser el segundo pabellón más visitado, luego del pabellón alemán. Está obra está hoy con nosotros. Su techo simula los pétalos de una flor que se abren y cierran  automáticamente según cambian las condiciones climáticas. En el cálculo de sus estructuras colaboró el Ing. Frei Otto, una autoridad mundial en estructuras de membrana. Desafortunadamente, la Flor está sufriendo la misma suerte de muchas obras del país: no abre y la fauna y flora que debió mostrar ya no existe. Otra obra de Fruto, en nuestra ciudad y que está casi perdida, es la Casa de los Niños en el Parque del Oeste.
En reconocimiento de su labor en 1987 recibió el Premio Nacional de Arquitectura. En 2009 la escuela de arquitectura de la UCV lo honra con un doctorado Honoris Causa, reconocimiento que la Universidad Nacional Experimental de Tachira repite en 2011.
Su filosofía es la de integrar el hombre y la naturaleza:
“Yo hablo de árboles para vivir como un sueño posible. Coexistir con la naturaleza sin que seamos más importantes que la flor del mastranto o una mariposa”.
«Más importante que crear ciudades hermosas es trabajar por la felicidad humana, esa es la tarea de todo arquitecto»
“La gran tarea que tenemos como arquitectos profesionales es estar al servicio de los que más lo necesitan. Yo quiero llamar la atención de mis colegas, la arquitectura no puede servir para enriquecernos, sino para darle felicidad al pueblo”
“A pesar de que Villanueva nos dio un gran ejemplo de cómo trabajar para el pueblo con la Reurbanización de El Silencio, por muchos años se ha hecho mucha basura, unas cajitas para vivir.”
“Yo tengo un solo proyecto: la unidad de la arquitectura con la naturaleza”
“El caos de Caracas se puede revertir. Lo primero que hay que hacer es    golpear la pobreza gigantesca que tiene. A mí no me interesan los grandes rascacielos, me preocupa el volumen de gente humilde. En los cerros está… la solidaridad, en la urbanización no. El que tiene todo resuelto no necesita al vecino, mientras que en el barrio se comparten las necesidades.
Fruto Vivas ha dado un sinnúmero de conferencias y participado en muchos congresos internacionales de arquitectura. También ha escrito varios libros donde describe la historia de su vida y de su arquitectura sin que se pueda distinguir claramente entre una y otra. Entre sus últimos libros está “Las casas más sencillas” una guía para que el pueblo construya sus casas con sus propias manos. Hoy sigue trabajando con toda la pasión de sus juveniles 83 años.

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