#Opinión: Bendito Twitter Por Ricardo Trotti

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El papa Benedicto XVI también sucumbió a la tentación. Abrió una cuenta en

Twitter con la misión de alcanzar al botín más preciado de todos:

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E-evangelizar a jóvenes menores de 24 años que forman el 73% de una red

social de más de 500 millones de individuos, y en vertiginosa expansión.

 

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Más allá de que el Papa se convirtió en el tuitero con mayor número de

seguidores aún antes de empezar a tuitear en ocho idiomas a partir de este

12 de diciembre, su decisión demuestra la importancia creciente que tiene

este símbolo de la cultura digital actual, sin el cual los medios

tradicionales, los líderes y el público general pueden ya concebir la agenda

cotidiana.

 

Desde que Twitter fue creado por Jack Dorsey en 2006, se ha convertido en

una certificación de los grandes logros, fracasos y revoluciones de la

humanidad. Nada importante queda sin reflejarse en este microblog, hasta

omisiones y temores. Por ejemplo, la gravedad del cáncer que padece Hugo

Chávez no está valorada por algún parte médico, sino intuida y medida por el

silencio en su cuenta de Twitter, que en épocas de buena salud inundaba de

tuits a sus tres millones de seguidores.

 

Aunque no son tan seguidos como celebridades y deportistas, los líderes y

los medios ya no conciben la agenda política sin Twitter. El ejemplo más

avezado es el de Barack Obama, quien potenció sus dos elecciones con

propaganda y conversaciones directas en esta red social, como la que ofreció

este lunes, con la intención de presionar a los republicanos a un acuerdo

político para evitar el abismo fiscal y subir los impuestos a los más ricos.

 

 

Los medios tradicionales, que al principio de la era digital concebían a las

redes sociales como competencia, son ahora los que mejor las usan. No solo

para saber por donde va la conversación, sino como fuente alterna de

información. Esta semana así lo hicieron diarios y televisoras egipcias. No

dejaron un instante de informar por Twitter, mientras practicaban un apagón

informativo masivo, en protesta contra el presidente Mohamed Morsi, por

instaurar una censura constitucional peor a la que sufrían antes de la

Primavera Árabe.

 

Twitter también genera miedos. Como cualquier herramienta de comunicación,

cuando es usada sin escrúpulos, puede producir efectos devastadores y

transformar rumores en verdades o calificativos en injurias. De ahí que los

príncipes ingleses, Guillermo y Catalina, no hayan esperado hasta Navidad y

prefirieron hacer oficial el embarazo antes que se disparara por Twitter, y

con malas intenciones.

 

También quien está en Twitter sabe que los seguidores no son pasivos e

imponen expectativas y protocolos de conducta. De ahí que el primer ministro

inglés, David Cameron, prefirió olvidarse de la etiqueta de la Casa Real y

felicitar a la pareja por Twitter. No fue el único. Lo siguieron miles de

estrellas y celebridades del mundo entero, que tampoco quisieron defraudar a

sus seguidores o carceleros, como algunos los llaman.

 

Justamente en Inglaterra se instaló un debate sobre la ética de la

comunicación. Los diarios aceptaron que deben tener políticas de

autorregulación más severas para evitar escándalos como el del extinto

diario News of The World que propició escuchas telefónicas clandestinas. Sin

embargo, advirtieron que el informe del juez Brian Leveson, encomendado por

el gobierno y que recomendó autorregulación e imposiciones legales, no

aborda la falta de ética que cometen los ciudadanos comunes en las redes

sociales.

 

La prensa que ha delinquido y que tiene al sensacionalismo como máxima

característica, no puede excusarse ante sus mayores obligaciones

profesionales; además, porque es preferible vivir con los riesgos y vicios

que acarrean las redes sociales que sin ellas o censurarlas. La arrogancia,

el sarcasmo, la difamación y el mal gusto solo podrán ser corregidos con más

educación, nuevos códigos de conducta y, en última instancia, a través de la

justicia.

 

Benedicto XVI tiene en Twitter un desafío y una gran oportunidad. Debe ser

infalible en 140 caracteres y competir con Lady Gaga y Justin Bieber, los

primeros en sobrepasar los 30 millones de seguidores. Pero, sobretodo, por

primera vez, tendrá la oportunidad de acceso directo al mundo más íntimo de

los jóvenes, los teléfonos móviles, donde Twitter domina.

<mailto:[email protected]> [email protected]

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