#opinion: Aserrín de cofre de pirata (II) por: Manuel Salvador Ramos

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El enfoque que planteábamos en la nota precedente se verificó con prontitud inusitada. Mientras el texto contentivo del mismo iba rumbo a EL IMPULSO, una voz tan autorizada como es la de Jorge Castañeda, intelectual mexicano que se desempeñó como canciller de ese país hace ya algunos años, escribió sobre la presencia cubana en Venezuela, señalando que esa operación de largo alcance tenía como cabeza visible a Ramiro Valdez Menéndez. Esa es una verdad innegable, pero planteada así, en términos meramente referenciales, solo muestra la punta del iceberg ya que detrás de las actuaciones de ese siniestro personaje están las pautas y designios que se elaboran en el seno del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, y mas concretamente, dentro de la facción militar que domina esa élite.
Vale la pena repasar algunos episodios para verlos en perspectiva y así captar la comprensión general del proceso. Ya desde su llegada al poder Fidel había intentado ligarse al negocio petrolero venezolano y para fijar ese criterio recordemos la visita que realizó a Venezuela en enero de 1959, cuando se entrevistó con el recién electo presidente Rómulo Betancourt. No podían ser más antitéticas ambas personalidades, por lo que el encuentro fue algo así como una conversación entre el guapetón de barriada y un severo maestro. Característicamente aventurero no tuvo empacho en solicitarle recursos petroleros y el estadista, sin ocultar la antipatía por la desfachatez del díscolo personaje, se negó de plano a considerar el punto. Luego vendría la larga historia de la relación cubana con la URSS y allí Fidel logró la cuota energética que usó no para dinamizar la economía de la isla, sino para construir un enorme aparato militar y subversivo. Si hacemos un esfuerzo memorístico visualizaremos cómo el lunático de Birán, luego de fracasar en los intentos de desestabilización que aupó en Latinoamérica y principalmente en Venezuela y Centroamérica, acometió la cruenta y estéril aventura africana. Con posterioridad a esa época de subversiones y guerrerismo exportado, ya a mediados de la década de los ochenta, se observaban los primeros síntomas de resquebrajamiento en el imperio soviético y por ello Fidel ordena que el Ministerio de las Fuerzas Armadas (Minfar) asuma el desarrollo e implantación del proyecto estratégico denominado Empresas Mixtas. Buscaba con ello maximizar actividades que crearan un soporte para amortiguar las consecuencias del previsible retiro de la ayuda soviética. Aún así, cuando mas allá de los atisbos éste se concretó definitivamente, no hubo forma de paliar el terrible impacto que ello generó en la sociedad cubana, manifestándose con toda su crudeza en el drama que eufemísticamente ha sido llamado “Período Especial para tiempos de Paz”.
Esta coyuntura histórica tiene tan variadas implicaciones que sería absurdo sintetizar su significado en la brevedad a la cual estamos obligados, por lo que nos apartaremos de esa línea de análisis para tomar de ella solo lo relativo a los grandes rasgos de su conflictividad.  En ese orden encontramos que al manifestarse la crisis del Período Especial, ya el Minfar controlaba los principales rubros de la actividad económica a través del holding bautizado como Grupo de Administración Empresarial S.A. (Gaesa).
Esa ofensiva monopólica a gran escala trajo como consecuencia el control absoluto de la economía cubana por parte del sector castrense, dado que a lo anterior, el denominado Ministerio del Azúcar y el Ministerio de la Construcción, se pusieron en manos de dos generales estrechamente vinculados con Raúl Castro.
Pero el enorme obstáculo de la carencia energética, a pesar del esfuerzo reorganizativo, puso en jaque a la nación cubana. Las importaciones petroleras se redujeron al diez por ciento del volumen usual y el PIB que en 1990 había alcanzado 31.1 mil millones de dólares, se redujo el 1993 a solo 19.8 mil millones. No obstante, allá en Venezuela, en febrero de 1992, un oscuro e ignaro teniente coronel, se había rebelado contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez y aunque Fidel condenó la intentona golpista, los focos de análisis del Departamento América del G-2 fijaron su atención sobre esas circunstancias. Del albur de la historia conversaremos en la próxima nota.
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