Navidades pobres y caras

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Mueren las horas de diciembre de 2014. Las calles de Barquisimeto parecen un hormiguero humano que se entrecruza agitado e indiferente. Unos llevan al hogar la botella de vino tinto y el imprescindible pan de jamón, mientras otros reflejan la angustia económica de una pobreza resignada.

De los establecimientos y tiendas de juguetes salen las madres con misteriosos envoltorios bajo el brazo, mientras que otras desean dar sorpresa a sus pequeños, tratando de hacer la compra del muñeco más barato. A un lado, su(s) hijo(s) cierra(n) los ojos deseando la patineta de su agrado, soñando que la poseen.

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Mientras esto sucede en las calles y tiendas, en el hogar otros pequeños escriben sus cartas al Niño Jesús, ignorando que el redentor tiene tremendo hueco fiscal, sufriendo las mismas consecuencias de crisis de los venezolanos.

Para Yesenia Valecillos las cosas están muy caras. “Dudo que el Niño llegue a mi casa este año”.

José Quevedo revisaba los precios junto a su pequeño en una tienda de asiáticos en la carrera 21. “Algo le compro”, señaló. Ana María Uzcátegui salía de la misma tienda con varios juguetes para dos hijos. “El más caro me costó 490”. La austeridad le obligó a satisfacer con algo humilde la ansiedad de sus retoños.

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Pascualito pidió un carrito y no sabe si le llegará, Rosita aspira una muñeca y Juanita un celular. Primera vez que ponen en duda si el Niño vendrá.

A través de los siglos cada navidad aparece con el mismo tinte emocional haciendo un dulce paréntesis de paz en las luchas humanas y transformando a la humanidad, por breves horas, en una gran familia.

Antes también se presentó la intranquilidad en los mercados. Muchos hogares se quedarán sin hallacas. Los ingredientes por las nubes con nuevos precios día a día. Para quienes cocinan las multisápidas andinas con garbanzos, subieron desde el primero de noviembre hasta estos días, de 60 bolívares el kilo a 400, las uvas pasas dejaron atrás los 200 bolívares por kilo, el onoto a 800 el kilo, las ramas y otros a precios muy elevados, las hojas se mantenían hasta el viernes 19 entre 30 y 50 bolívares. La locura aún no había llegado, mientras que el pan de jamón está a casi 400 por unidad, con tendencia a subir.

La señora Gregoria Nieves por primera vez en varios años no hará hallacas. “Todo está muy caro y mis posibilidades no alcanzan”. Marbella Carmona sí logró comprar para hacer la mitad de las que hacía antes. “La vaina está muy cara y hay que arroparse hasta donde alcance la cobija”.

Enrique Sivira, del puesto número 360 del Mercado Terepaima tiene el garbanzo a 360 bolívares, el más barato en el mercado, pero más pequeño. “Es un producto importado y hay poca existencia”.

Freddy Rivero, del puesto de carne número 89 del mismo mercado, expende el cochino a 380 bolívares el kilo y la carne a 250. “El ganado en pie está muy caro y el cochino viene de las granjas igual, pero hay que tenerlos porque no podemos estar con los brazos cruzados”.

La secuela de las primeras copas de cocuy, porque los vinos de gran bouquet y el whisky bueno pasaron a la historia, y las charlas cordiales entre amigos, ponen en el ánimo de todos una nota de optimismo, y el bullicioso repicar de las campanas de las iglesias nos invitan a pensar en las navidades de hace más de 10 años.

Luis José Alvarado detalla en sus cuentos de Navidad que, amanece el 25 de diciembre y en cada cuadra irrumpirán de sus hogares, alegres y gozosos los niños de bien a quienes el Niño Jesús ha traído juguetes para sus zapatos. Se forman entre sí grupos diversos que hacen el elogio de su juguete con infantil satisfacción. Lindas muñecas que dicen “papá” y “mamá”, lavadoras y cocinas en miniaturas hacen la felicidad de las niñas; ferrocarriles eléctricos, automóviles con luz en sus faros y sonora bocina llenan de orgullo masculino a los pequeños que ya entienden de estas cosas, en tanto que los más tiernos se conforman y deleitan con la magia zaranda de colores que al girar, al impulso del cordel o del resorte, lanza su débil música quejumbrosa. El que menos, una lata de sardinas simulando una limosina.

Ante este cuadro de dolor infantil, con las palabras entremezcladas con lágrimas, ¿podría una madre hacer entrar en razón a los más pequeños?

Pero la navidad en Venezuela sigue siendo una época muy linda, divertida y familiar. Muy pocas familias harán sus intercambios de regalos porque el país se le escapa de las manos a Nicolás, no el Santo.

No obstante la pesadumbre, el humor criollo sigue llenándonos el alma. Encontramos en las redes sociales esta traviesa advertencia del imaginado Papá Noel: “A los venezolanos les advierto con antelación que al Niño Jesús le dio chinkunguña, la Virgen María no consigue Atamel pediátrico, ni pañales, ni leche, San José cerró el taller porque le aumentaron las maderas importadas. Ayer los invasores los desalojaron del pesebre, el gobierno les expropió el buey y tuvieron que vender la mula para sobrevivir. Yo no consigo repuestos para el trineo, reduje el personal porque no tengo para aumentar el 15 por ciento ni el cestaticket…¡Ah! Y los Reyes Magos les mandan a decir que tampoco los esperen porque no consiguen pasaje y el año pasado los atracaron”.

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