Magnicidio tecnológico

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En 200 años de historia, sólo un caso de magnicidio se consumó en nuestro país.
El 13 de noviembre de 1950 fue asesinado el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno.
Pese a las múltiples intenciones de los ñó malucos que quieren asesinar a Nicolás Maduro, no ha sido Venezuela tierra de magnicidios, a diferencia de otros países como Estados Unidos, donde los presidentes asesinados, Abraham Lincoln (1865), James Garfield (1881), William McKinley (1901) y John F. Kennedy (1963) marcaron récord.
En nuestro país, algunos grandes líderes murieron de manera misteriosa o, al menos, poco explicable, aun cuando andaban en guerra, como Ezequiel Zamora y Joaquín Crespo.
No obstante las burlas a las que se han sometido los funcionarios denunciantes en épocas anteriores, le vuelven a dar un palo ridículo a la baba. Nuevamente descubren un intento de golpe y magnicidio, pero ahora atado a las nuevas tecnologías, a través de un correo electrónico. ¡Qué risa!
Ya en el 2004 Chávez había denunciado algunos en su contra y Maduro dijo el último día de la campaña electoral que lo iban a matar con explosivos y otras armas, aunque nunca reveló identidades ni capturas.
Fidel Castro fue el rey de los intentos de magnicidio resultando ileso en los 638 que denunció.
El 24 de junio de 1960, cuando el presidente Rómulo Betancourt se dirigía a Los Próceres para celebrar el Día del Ejército en compañía del jefe de la Casa Militar, Coronel Ramón Armas Pérez; del Ministro de Defensa, General Josué López Henríquez y su esposa, tuvo lugar el más espantoso de los atentados.
El crimen de Delgado Chalbaud fue generado en la cúpula militar. Defendía la tesis de retornar al régimen constitucional, mediante nuevas elecciones.
Marcos Pérez Jiménez sostenía la contraria: que una vez salidos de los cuarteles, los militares no debían regresar, sino quedarse en el poder por todo el tiempo posible.
Esto fue lo que hizo y se quedó con el poder.
Betancourt fue atacado en varias ocasiones en el exilio, sabía que su vida corría peligro por lo que significaba, pero nadie lo oyó andar gritando: «¡Me van a matar, me van a matar, me van a matar!».
Es fácil descifrarlo. Con esta nueva rancia denuncia de magnicidio contra Maduro, el gobierno abre una nueva válvula de escape para hacerle sombra a los constantes escándalos en Venezuela.
Si matar a un Presidente de la República se le denomina magnicidio, ¿cómo podría llamársele al caso de Iván Simonovis que según denuncian podría morir en la cárcel por falta de respuesta oficial?
En suma, un solo magnicidio en 200 años de historia turbulenta. Un magnicidio tramado dentro del poder y por el poder, entre tenientes coroneles.
Nunca, jamás, los demócratas venezolanos apelaron a estos métodos. Ahora menos a través de correos electrónicos. Así está escrito.

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