LOS PANES Y LOS PECES

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He dejado pasar el tiempo para serenar el ánimo. Lo sagrado, lo sublime, lo trascendente de las Sagradas Escrituras, exige compostura al hablar de ellas y conciencia limpia de  odios. Deseo, además, darle un tono positivo a estas notas. Trataré de  ayudar a reflexionar acerca del valor inmenso que para los cristianos tiene la palabra de Dios.Nos estamos acostumbrando a banalizar todo, nada importa, lo valioso no existe y lo sagrado se esfumó, esa  parece ser la norma que rige. No he leído nada mejor que los cuatro evangelios. Cada vez que leo,por ejemplo, el Sermón de la Montaña, donde se contienen las Bienaventuranzas, comprendo mejor su programa de moral cristiana. Han dicho incluso enemigos de la fe cristiana que nunca se ha escrito nada mejor que el Sermón de la Montaña.
Leer el relato del hijo pródigo o de la mujer adúltera o la respuesta de Jesús a la pregunta de cuántas veces debo perdonar a mi hermano, es maravillarse del elevado valor del perdón en el mensaje cristiano. La infancia del Señor, relatada admirablemente por el evangelista San Lucas, es prueba suficiente de la existencia de Dios, de la redención que obra Jesús.La vida de San Juan Bautista,la concepción de Jesús,gracias al Espíritu Santo, en el seno virginal de Santa María, las dudas de San José, el nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, la vida de la familia de Nazaret, la manifestación de Jesús en el bautismo,sus parábolas, sus enseñanzas con ejemplos de la vida sencilla de la época, su pasión, muerte y resurrección, no pueden haber sido invento de una prodigiosa mente humana, es la inspiración divina que los evangelistas concretan en esos cuatro extraordinarios libros. Cuando los católicos leemos el Evangelio lo hacemos de pie y al terminar su lectura el sacerdote exclama:”Palabra del Señor”. Eso es, palabra del Señor, su contenido, su lectura, su enseñanza, su sola mención merecen todo el respeto y la mejor actitud  del ser humano, es lo sagrado, lo divino que se hace presente y nos obliga a la mayor reverencia. En ese momento, no cabe un pensamiento distinto al pensamiento que nos lleve a Dios.
Uno de los relatos más hermosos de los Santos Evangelios es el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús realiza este milagro dos veces, por eso y porque realizó también el milagro de la pesca milagrosa cuando los discípulos no habían podido pescar nada en toda una noche y porque les ordenó ser en lo adelante pescadores de hombres, el símbolo de los cristianosha sido siempre un pez. En el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, figura de la Sagrada Eucaristía, de nuevo Jesús da muestra de su poder sobrenatural y de su amor a los hombres, concretado en el Sacramento de la Eucaristía, alimento sagrado para todos. Dice Santo Tomás de Aquino refiriéndose a la Eucaristía y evocando la multiplicación de los panes y de los peces:“Lo tome uno o lo tomen mil, lo mismo toman éstos que aquél, no se agota por tomarlo.” Pues bien, este milagro, tan sublime, tan sagrado, de tan elevada espiritualidad, lo banalizó, mejor dicho, lo ofendió groseramente, lo blasfemó la persona que hoy ocupa el cargo de presidente de Venezuela. No sé si fue intencional o involuntario, pidió disculpas casi en el acto, pero quedó la indignación del hecho, ocurrido sin ninguna justificación. Poca cultura y educación tiene quien se comporta así y utiliza el nombre de Dios en vano, lo cual es un grave pecado; además,  hecho en forma soez e indecente produce una blasfemia y un daño difícilmente reparable con un simple pedido de disculpa. Dios lo perdone y ojalá aprenda a hablar menos, a pensar mejor lo que va a decir, a respetar lo que otros veneramos.Sería conveniente que el señor Maduro recuerde que Jesús proclama bienaventurados “a los que luchan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios”, y emprendiera entonces la reconciliación entre los venezolanos y leyera también el Evangelio de San Juan, en su Capítulo I, 47-51, donde Jesús hace el mayor elogio de alguien al referirse a Natanael (San Bartolomé):“He aquí un verdadero israelita, en quien no hay doblez ni engaño.” Jesús detesta la doblez y el engaño y eso abunda en este perverso régimen, luego si Maduro quiere de verdad tomar como referencia  el Evangelio, espero se proponga, en lo adelante,  decir siempre la verdad y no engañar a nadie. Sólo así creería en sus disculpas.

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