Llueve… pero escampa – La violencia de los ilegítimos

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La legitimidad de un gobierno depende de las circunstancias. Existen gobiernos que se inician siendo legítimos y que por su desempeño la pierden. Hay otros que ni siquiera en su origen tienen legitimidad.
Ciertos teóricos piensan que la política se trata de una actividad excluyente, que genera una élite: el político profesional. Otros, en cambio, prefieren pensar que hay algo de político en todo ser humano, y eso se desprende de su cualidad de ciudadano.
Siendo lo político una actividad humana, debiera ser esta su orientación y el fin ulterior de su desempeño.
Cuando creíamos haber visto todos los elementos de salvajismo político, nos despertamos con un precipicio que aún le quedaba fondo, parecía que no era suficiente vivir en el siglo XIX, había que ir a la más pura barbarie política.
El gobierno de Nicolás Maduro se inició en medio de una sombra de dudas, que ni siquiera el respaldo del club de amigos, que es la Unasur, ha podido despejar.
Siempre les cubre la sombra del mal. Cuando un gobierno no se preocupa por cuidar las formas, no puede estar sino abrigado en unas tinieblas de dudas.
Un parlamento en el que, luego de muchas triquiñuelas, con 48% de los votos obtienes un 65% de los cargos, es ilegítimo, pero no conforme con ello vienen los gánsteres que lo presiden a negar el derecho de palabra a sus colegas por disentir, destituyen de las comisiones a los diputados que representan al 52% de los electores y luego mandan a sus hordas a emboscarlos y atacarlos haciendo “que parezca un accidente”.
En el Poder Moral nos conseguimos que la Contralora de la República es una mientras tanto, luego de la muerte de su predecesor. Es ilegítima de origen, ya que han transcurrido 2 años y no se ha regularizado su situación; en cuanto a su desempeño, no ha sido muy virtuosa, ya que mantiene las inhabilitaciones espurias implementadas por el rufián anterior.
Por otra parte tenemos que la Fiscal General y la Defensora del Pueblo, aunque fueron designadas apegadas a la Ley, en el ejercicio de sus cargos no lo han sido. La fiscala se dedica a perseguir judicialmente a todos los no afectos al PSUV y acusarlos de terroristas, fascistas, desestabilizadores, pero no hace ni una sola referencia a los delitos que a diario ocurren o a los que cometen sus camaradas de partido y la defensora salta rabiosamente a salvaguardar instalaciones y personalidades del partido gobernante, siguiendo el guion del G2 cubano, para después decir que ella no investigó bien y que se disculpaba. Sin el menor rubor siguen al frente de sus cargos.
En cuanto al máximo órgano de justicia, la mitad de los magistrados son suplentes porque a los principales se les venció el plazo (que también se les venció a los sustitutos) pero que fueron convocados para sentenciar, sin disidencia, a favor del gobierno. Es de resaltar que no solo son írritos en su origen, sino que no ha habido una sola sentencia ajustada a derecho.
Y sí revisamos al poder electoral, sabemos que ante la falta de consenso político en el Parlamento, fue el TSJ quien los designó, su ilegitimidad de origen es tan espuria como su accionar. No habría espacio en estas cuartillas para enumerar sus hipocresías, cuyo colofón ha sido la negativa a auditar al mejor sistema electoral del mundo, porque saldrían a flote todas las marramucias por ellos impulsadas.
He dejado para el final al poder ejecutivo, no por menos importante, sino porque en su escaso desempeño no ha habido una sola actividad legítima ni en origen, ni en ejercicio: en el gabinete hay un ministro que le saben a comino, por no ser escatológico, las leyes; otro que se siente orgulloso por ser peor que el Chacal de Güiria y uno que para custodiar las armas de la República pone ambas rodillas en tierra ante el generalato cubano, a quien le rinde cuentas.
Frente a la ausencia de legitimidad la violencia ha sido el camino. Ellos creen que es mejor aplicar la prepolítica atrabiliaria que el diálogo y Venezuela lo que necesita es la convivencia ciudadana, humana y política que salvaguarde a la polis.
Llueve… pero escampa

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