Libros, libros…

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La crisis también ha afectado severamente el acceso a la cultura representada y contenida en los libros. Al país no están llegando libros nuevos pues para ellos el gobierno no dispone de dólares y aunque tuviera, desde hace años los importadores deben llenar una planillas con preguntas muy sospechosas como “¿Qué utilidad tiene ese libro para el país?” Esto es una manera de controlar la vida intelectual, propia de los gobiernos totalitarios, sin distingos si son de “izquierda” o de “derecha”, porque la porquería no es de derecha o de izquierda, es porquería a secas.

Los libros que se imprimen aquí sufren de la escasez y el costo del papel. Un libro que hace un año, por su tamaño podía conseguirse entre 150 y 200 Bs, en una edición de hoy puede fácilmente superar los 2.000 bolívares y, a este precio, para muchos, entre los que me incluyo, es imposible comprarlos. En los países desarrollados es posible acudir a la bibliotecas públicas que siempre están actualizando su fondo bibliográfico. Nada de eso existe ahora en nuestro país. Incluso la biblioteca Rómulo Gallegos, del Colegio Universitario Fermín Toro, que heroicamente venía surtiéndose, ya no puede hacerlo.
Hay varios paliativos que en alguna medida ayudan a saciar la necesidad de lectura que muchos tenemos. Una de esas soluciones está en comprar libros usados en las librerías de viejo que suelen existir en todas las grandes ciudades. En Barquisimeto están los revendedores ubicados en la plaza de la Moneda y la librería ubicada en la parte alta del centro comercial Parque Real. Ciertamente, se trata de libros viejos, a veces con más de 50 años de haber sido impresos y algunos se han deteriorado severamente. También es cierto que muchos de esos libros son obsoletos, en particular los técnicos, pero otros sobreviven al tiempo, sin merma de la calidad de su contenido, incluso se pueden encontrar ediciones de extraordinaria calidad que son mejores que las contemporáneas. Esto vale para los textos de filosofía, historia, literatura y libros que son un tesoro pero que nunca, por una u otra razón, fueron reimpresos. Y los precios son –todavía y por ahora- bajos.

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Podemos crear círculos de intercambio utilizando las redes sociales y en los lugares de estudio. En Europa hay sitios públicos para hacer esto. Usted deja los libros y se lleva los que otros vayan dejando y mientras más personas conformen la red mas fácilmente se podrá encontrar lo que cada uno desea.
Pero lo peor no es que no se consigan libros, sino que a muy pocos parece importarles esta situación y es así porque no existen hábitos de lectura: somos un país de gente ignorante.

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