Leopoldo López

La cárcel ha sido a lo largo de la historia de los países hispanoamericanos y del llamado Tercer Mundo, una de las más duras pruebas que ha tenido que soportar y vencer la mayoría de los hombres y mujeres que se han colocado al frente de sus pueblos para liberarlos de regímenes totalitarios, impuestos por el colonialismo o por sátrapas regionales que han pretendido usurpar todos los poderes para beneficio personal o de mafias delincuenciales.
La persecución política durante casi 10 años contra Leopoldo López, joven dirigente de las nuevas generaciones políticas en ascenso, es evidentemente una acción represiva propia de un gobierno autoritario contra aquellos líderes que emergen en las sociedades, no sólo con una clara vocación de lucha por la transformación del atraso y la instauración de un régimen democrático, sino también con la firmeza ideológica de los que creen que en el momento de su actuación los favorecen los vientos de la historia y por lo tanto están en la línea correcta del tiempo.
Y ese liderazgo le resulta intolerable a un gobierno cuyos jefes principales se consideran insustituibles, llamados por la historia para decirles a los ciudadanos cómo deben pensar y actuar, como sucedió a lo largo de varias décadas en la Unión Soviética bajo el garrote y los campos de concentración de Stalin. De allí que a Leopoldo López le están cobrando su irreverencia, su coraje para la denuncia de las barbaridades que comenten algunas autoridades con la criminal represión contra manifestantes pacíficos y la violación a los Derechos Humanos.
Y como en esta lucha lo acompañan otros líderes como María Corina Machado, una mujer excepcional en nuestros tiempos, valiente, talentosa y preparada para gobernar; Antonio Ledezma, líder forjado en los más arriesgados combates cívicos, en la lectura indispensable y con una extraordinaria vocación de poder, que le ha permitido ejercer varios cargos sin corromperse, trabajando para los màs necesitados. Contra ellos también arremete la violencia oficial, pero todos siguen preservando prestigio y solvencia, lo que mantiene la unidad de la oposición y la fortaleza para enfrentar a un régimen que sigue los lineamientos de los comandantes cubanos y quiere llevar el país a la miseria màs atroz conocida en los tiempos modernos, cuando hasta los países subsidiados con nuestra renta petrolera han mejorado sus índices de crecimiento y bienestar.
Las acusaciones de la Fiscalía y la decisión de la Juez del caso, constituyen una farsa de repercusión mundial, que ha alarmado al universo jurídico, porque desde la época de las persecuciones nazis y comunistas mediante las cuales asesinaron a millones de personas inocentes, muy pocos especialistas consideraban posible su repetición en la época contemporánea, con las excepciones de las brutales dictaduras del Cono Sur, ya superadas por la preeminencia de gobiernos democráticos.
Los torturadores y violadores de los Derechos Humanos en general, deberían informarse acerca de los tratados internacionales que Venezuela ha firmado y ratificado, que establecen que estos delitos no prescriben y que en la época que vivimos las nuevas tecnologías revelan a través de fotos y videos, las crueldades y los crímenes que cometen en calabozos y sótanos adecuados para tratar de ocultarlos. La justicia nacional e internacional caerá sobre los delincuentes y criminales, tarde o temprano, con todo el peso de ley.
La Unidad en la Calle sacarà de cárcel a Leopoldo López, de la injusta prisión a la que lo han sometido jueces complacientes y corruptos. La unidad de todos los venezolanos democráticos, que incluye tanto a la oposición como a muchos chavistas descontentos y alarmados por el giro cada vez más represivo del gobierno de Maduro, convertido en un instrumento político de talibanes y paramilitares que actúan y presionan con violencia y autonomía.