Lectura – Lectores

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Freud dejó sin atender esas voces de la gente que en la lectura ven vocales donde no las hay; que ve ausencia de vocales en palabras que permanecen inmutables. Que las consonantes se invisibilizan, para que el angustiado lector se vuelva “un ocho” o se enrede más que una gallina comiendo tripas. Freud hizo una clasificación pormenorizada de las fallas humanas en la lectura, la escritura y la pronunciación, y las denominó: “actos fallidos”. Pero estos casos expuestos ninguno de ellos entra en su clasificación. De modo que estas chuscadas que el lector padece, a falta de Freud, se quedaron sin clasificación. La gente que oye con sobrada audiencia a esos lectores a los cuales las palabras le tienden trampas y malas jugadas, sin pensarlo mucho dicen que “no sabe leer”. Discrepo de esta arrebatada y nada digna apreciación porque no se les debe motejar sin antes escudriñar sus razones.

A los lectores lo que les sucede, en muchos casos, es que las vocales se les saltan de las palabras y las consonantes ni flojas ni perezosas con sobrada diligencia se corren para llenar el vacío, razón por la cual el atribulado lector no encuentra en su mollera el modo de pronunciarlas.

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¡Cómo puede calificársele a un leyente que no sepa leer. Sin tomar en cuenta la mala jugada que hacen las letras en las palabras al consecuente lector! Hay que considerar que cuando los ojos pretenden descifrar el conjunto de letras de las palabras para su pronunciación, faltan en ellas consonantes y vocales. Y como la organización de las letras en las palabras las observa completas y cerradas, no olvidemos que el discurso rechaza el vacío, el despistado lector se le puede ocurrir decir cualquier cosa que no se ajuste a la sintaxis de la redacción. El leyente, como vemos, con suma habilidad, le acomoda la solución al asunto.

En otras situaciones, además de estos ingratos juegos tanto de las consonantes como de las vocales, no todas las letras están allí, sustanciadas en las formas de las palabras. Pero como queda dicho algunas letras se mimetizan, se cambian en otras, con lo cual el lector leyente, como buen lector, se encuentra en la obligación de pronunciar el disparate que la palabra mimetizada ha colocado ante su vista. Y como hay palabras agramaticales, de acuerdo con Chomsky;pero si no es chomskiana, debe atribuírsele su paternidad sin más al lector-leyente.

De modo que el lector aunque lea para sí como no puede ver las letras que le han hecho la mala jugada termina por no entender lo que le propone el texto. Es todo esto un verdadero conflicto.

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