El salto del pizarrón como medio en donde el educador imprime los fundamentos orientadores de la clase, a las llamadas ayudas ha sido desconcertante. Las ayudas son el medio del cual se valió la tecnología para conseguir el mercado amplísimo de las aulas. Las ayudas como concentradoras de la atención del educando hay que verlas como distractoras.
Lo que escribe el profesor en el pizarrón son los recursos básicos para el desarrollo de un tema. Con las ayudas la atención del estudiante se escinde. El estudiante reparte su atención entre las ayudas y el profesor. Es indudable que quien asa dos conejos uno se le quema; que compartida la atención es media atención, aunque las ayudas parecen llevarse la mayor parte.
Hemos observado en aula, para nuestra sorpresa, que las llamadas ayudas visuales, audiovisuales, auditivas, actúan como distractoras de la atención; se establece una fascinación entre la ayuda y el espectador que distraído la efectividad desmejorada parece diluir la atención. He observado lo expuesto después de manejar las ayudas que como materia pedagógica incorporamos a los conocimientos. Y en el noviciado de la práctica ponemos todo nuestro entusiasmo y las técnicas para su aplicación. Pero llega el momento en el cual no sólo las usamos sino que también observamos el comportamiento de quienes están siendo sometidos a su aplicación. Y fue en esta etapa de la observación cuando reflexivamente descubrimos que las ayudas compiten ventajosamente con el educador. La atención del educando se comparte entre lo que orientadoramente informa el profesor y lo que la ayuda, como chuleta colectiva, consigue del educando. Para el estudiante resulta más atrayente atender a lo que le muestra la ayuda, que atender al educador cuando en su misión educativa expon.
Todas las ayudas profusamente utilizadas, algunas casi que con carácter obligatorio, además de colocarse en la tarea o función del educador, parecen interpretarse, más como chuletas alimentadoras de ideas para posibles respuestas a las preguntas de los futuros exámenes.
Estos recursos para mí, desde mis observaciones y reflexiones, no son más que distractores, calificativo que se ajusta muy bien al oficio de desconcentrar la atención del educando. El educando fija la mirada en la imagen que provee la ayuda y se desentiende comúnmente de las indicaciones y orientaciones que imparte el educador. El educador, al fin y al cabo, es el responsable de la transferencia eficiente del conocimiento, las ayudas, hasta bien manejadas, asumen la tarea de competir ventajosamente con el orientador responsable de la materia. Dejo a criterios de los educadores estas disgreciones nacidas de las observaciones y de la reflexión.
[email protected]
@carlosmujica928.
