El Mediterráneo fue y sigue siendo el espacio del viaje simbólico que por milenios llevaba aparejada una épica individual y colectiva que hizo posible que la mitología griega siga dándonos pistas sobre el inconsciente. Hoy la épica es sólo personal y anónima. El heroísmo se paga con la muerte pero se expresa en tragedia colectiva. Sería la literatura, la que dejaría registro del largo viaje que dioses y hombres, realizaran navegando en la mitología de culturas milenarias en medio de premios y padecimientos.
Todo viaje implica un extrañamiento del viajero. Se anhela de manera diferente lo que se deja y lo que se busca. Y al parecer, el Mediterráneo es una buena muestra de la pérdida de su carácter mítico, así como de la memoria de los habitantes que una vez instalados en tierra, olvidaron que alguna vez, ellos o alguno de los suyos llegaron de aguas o tierras lejanas. Hoy en Grecia, los neonazis y nacionalistas persiguen a quienes huyendo de los diversos conflictos, bélicos o religiosos, recalan en sus islas antes de seguir al continente. Las golpizas e insultos para que se vayan, se reparten a diestra y siniestra sobre quienes salvados del mar, intentan tomar fuerzas ante la visión de tanta muerte, bala perdida, corazón roto y paisaje natal en ruinas.
Pocas veces se salvan de la humillación y el sentimiento de la extrañeza, ése de no ser de parte alguna, de encarnar literalmente ser parias desheredados de la tierra. Desde la plaza San Pedro, el papa Francisco lanzó un alegato contra la inhumanidad de quienes los rechazan, los lanzan al mar, los dejan morir mientras los trasladan en cavas frigoríficas o cisternas calientes: “Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor; hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras… Hombres y mujeres como nosotros. Buscaban la felicidad”.
Desde enero a abril de este año, 1.654 personas han muerto ahogadas en el Mediterráneo mientras intentaban emigrar a Europa. El año pasado murieron 3.279. Según el diario El País, el mediterráneo es la región en donde han muerto más personas en su intento de llegar a algún país que los acoja. En los datos de las peticiones de asilo en el 2014, se refleja que el 35% (122.790 personas) eran sirios y que Alemania recibió 202.000 solicitudes. Le sigue Suecia con 81 mil. Estambul es centro migratorio de los que migran hacia Francia y Suecia. AdesAbiba y El Cairo se funden en Trípoli, para quienes proceden de Níger, Sebha, Oujda y Agadez en la ruta hacia España. Deben añadirse los que proceden de Kosovo, Siria, Afganistan, Eritrea, Serbia, Pakistan, Irak, Nigeria y Somalía. España es puente para otros países en donde coincide la necesidad de sobrevivir con la demanda de mano de obra barata.
Varios documentales de la televisora DW, han tocado el tema desde la perspectiva del periodismo investigativo que indaga en las razones y esperanzas del que huye y busca un lugar donde vivir y trabajar con su familia. Se ha topado con el interés y solidaridad de algunas ONG o con la indiferencia de los responsables de los programas de acogida, que más pareciera buscar desalentar a los que esperan por un año la visa, en medio de la soledad afectiva, dificultades de adaptación, depresión y carencias económicas. Sin relación alguna con la población alemana, deben toparse también con la diferencias culturales de los diversos grupos de refugiados.
Italia reclama que le han dejado sola con el problema de los refugiados mientras el sur del país se convierte en inmenso y anónimo cementerio en donde los italianos de a pie, movidos por la compasión, les dan cobijo a sobrevivientes y enterrado los cuerpos que flotan. La guardia italiana no siempre llega para ayudar. Lampedusa sigue al fondo de la memoria, con los traficantes de seres humanos y los medios haciendo escándalo sobre lo que es ya un escándalo: los apoyos dados a gobernantes de los países de procedencia de los náufragos, la venta de armas a unos y otros, la hambruna, las pestes y la muerte que los seguirá trayendo en su intento por sobrevivir. Por seguir vivos aunque el alma siga en otra parte.
El olvido tiene patas cortas. En el pasado, emigrantes europeos, huyeron de la guerra y de la hambruna y recibieron cobijo. Por la misma razón que olvidan: La suerte no mejora a costa de los nacidos en el país donde llegan, sino por el esfuerzo extraordinario que hacen desde que decidieron partir. Los que creen que se puede ser ciudadano del mundo.
