Recuerda con mucho afecto a su abuela materna, quien afirmaba estar emparentada con Manuelita Sanz y que para comienzos del siglo XX fuera una mujer de avanzada por ser poeta, pintora y espiritista, casarse y divorciarse dos veces, trabajar como maestra para mantener su familia y vivir en una casa grande, oscura, donde las gallinas corrían por todas partes. De su abuelo heredó su apellido Blades, de Santa Lucía pero del cual sólo recuerda que no se llevaba bien con su padre y apareció para durar apenas tres semanas en casa de su hijo.
Todos lo conocen por salsero, aunque tenga dos títulos universitarios, uno de la Universidad de Panamá y el otro en Harvard. Lo que algunos de sus admiradores quizás ignoren, es que todas sus letras dieron un giro dentro de la radio panameña de los 70, al romper el esquema publicitario de dos minutos y medio para la difusión de la música y acceder, una vez logrado su éxito, a radiar canciones que duran 7 minutos.
Crónicas de la vida de la gente del común, son sus letras. No cree en la ideologización sino en la posibilidad de que la gente baile y piense. Que reciba la opinión no sesgada del autor quien le pone música a sus cuentos cortos. Uno de ellos, GDBD, significa “Gente despertando bajo la dictadura”, narra a la manera de una crónica, el fragmento de la vida de un hombre en su contexto hogareño al levantarse por la mañana. Elementos como su mujer dormida, los orines del perro en la sala, el acto de vestirse, pueden ser comunes. Lo que establece la diferencia es su oficio de esbirro, esbozado apenas en la llamada telefónica que anuncia allanamientos y desapariciones. “La gente sabe entender lo que pasa, pues no hay nadie completamente malo y se vive el efecto de la desaparición desde antes de que ocurra”.
Ese cuento que canta musicalmente y se transforma en canción surgió cuando le propuso a García Márquez, de quien fue muy amigo, escribir algo juntos. Gabo le dijo que no porque “no terminaríamos nunca,” y Rubén le dijo que escribiría un cuento corto y lo cantaría de una vez. El Gabo dijo alguna vez, que cambiaría “Cien Años de Soledad» por haber escrito “Pedro Navaja” Su uso de las esdrújulas tiene una intencionalidad no solo rítmica, sino que por sonarles rimbombantes y ridículas, las utiliza para ironizar.
Hoy sus letras son recordadas porque se bailan sabroso y porque les habla a los dueños de los pies que bailan al ser crónicas musicales de lo que somos, tan válidas como las literarias y periodísticas. Afirma no querer hacer letras políticas, entre otras cosas, porque no quiere ser predicador a una edad, en que tiene “más pasado que futuro”. Su paso por la política le convenció, de que el poder no corrompe sino que desenmascara lo que cada quien es. Afirma que ningún cambio estructural se produce si la gente no está dispuesta a cambiar y que debe revisarse la actitud de quienes piensan que todos los políticos son corruptos pero desestiman su responsabilidad de electores.¿Quién no se ha conmovido alguna vez en medio de la rumba con textos como éste?“…Y hoy sé que nada es seguro/ya que todo es pasajero/ la muerte es el mensajero/que con la última hora viene/y el tiempo no se detiene/ni con amor ni dinero.” (Maestra Vida)
